El Barcelo Málaga me sorprendió con su mobiliario vanguardista, tanto en las estancias comunes como en las habitaciones y cuartos de baño. Cuando entras quedas a cuadros. No te imaginas un hotel con una escalera mecánica que parece más propia de un centro comercial que de un establecimiento hotelero.
Nos dieron una habitación amplia, pero poco luminosa. La falta de luminosidad es una característica de todo el hotel. Lo hicieron tan vanguardista que se olvidaron de que hay personas a las que nos gusta que la luz entre a raudales por las ventanas. Algunos días tuve la sensación de estar en una ciudad sitiada mientras no salía del hotel.
La cama era grande y cómoda, pero no era una cama de matrimonio al uso sino esas dos camas que te unen y que a mí no me gustan mucho porque siempre tengo la sensación de que se van a separar y de que mi chico y servidora vamos a acabar en el suelo. No sucedió tal cosa. Dormimos como príncipes.
El cuarto de baño era total. Predominaban los colores grises topos y parecía un cuarto de baño espacial. No me gustó mucho. Prefiero los cuartos de baño en tonos blancos. Con tanto color oscuro no sabes si están los sanitarios limpios o si las de la limpieza han pasado de limpiar a fondo la bañera.
Menos me gustó el desayuno. Había mucha bollería industrial, demasiada para mi gusto. la fruta estaba tan contada que hasta aparecían los fresones cortados en trozos como si los quisieran multiplicar para que comieras menos. Del restaurante mejor no os hablo. Fuimos a comer y salí más hambrienta que antes de comer. Aquellas no eran raciones sino tapas cutres. Todo muy bien colocadito en el plato, pero las cantidades eran escasas. A mí los platos vacíos me dan hambre. Necesito platos con unas raciones suficientes.
No os recomiendo ni os dejo de recomendar el Barcelo Málaga. Es un hotel novedoso por su decoración, pero hay hoteles mejores. Ni siquiera la amabilidad de sus empleados compensa. Por cierto, nos regalaron un bolígrafo en recepción junto con unos folletos turísticos.