No entiendo yo muy bien el lujo asiático. Fue lo que me pasó en el Banyan Tree Maldives, Madivaru, un hotel que dicen que es lo más de lo más y que a mí no me pareció para tanto. Me sentí como una Eva primitiva en una construcción del Paleolítico. No se lo dije a mi marido para no defraudarlo. El pobre estaba encantado con los días de vacaciones que nos había regalado una de sus empresas en un trozo de paraíso terrenal.
Realmente no es más que una serie de cabañas espaciosas. La nuestra tenía una habitación muy amplia, una sala de estar amplísima y un cuarto de baño con todas las comodidades. Falta de espacio no tuvimos, pero, pensar que estaba en una cabaña no me parecía un lujo precisamente. Temía que los techos de maderas sencillas se vinieran abajo con cualquiera tormenta. Menos mal que hizo buen tiempo. Pudimos ir todos los días a la playa. Bueno, lo de ir es un decir. Ya estás en la playa. El hotel está encima del arenal.
No puedes negar que es un hotel exótico. Yo no había estado nunca en nada igual. Pero, a fuerza de hacerlo exótico, lo hacen ridículo. Por ejemplo, un sillón cubierto como un cochecito de bebé que teníamos al lado de una pequeña piscina privada me pareció casi de mal gusto. Mi marido me decía que no entendía el lujo. Desde luego aquel lujo no lo entendía nada.
El mayordomo me resultó agobiante. Quería que me metiera en el spa privado a todas horas. Acabé por ni escucharlo. Mis hijas, en cambio, se lo pasaron muy bien con él porque le pedían todo tipo de chuches y él se las traía. Allí tienen de todo. En mi vida había visto tanta variedad de caramelos y porquerías de las que les gustan a los críos.
No os lo recomiendo ni os lo dejo de recomendar. Lo que sí os recomiendo es visitar las Maldivas. Son divinas. Tienen unas playas que parecen las mismísimas playas del paraíso. No me extraña que los famosos veraneen por allí.