La Baia do Sancho es sin duda la mejor playa de Brasil, sobre todo cuando vas a primera hora de la mañana, cuando todavía no hay mucha gente. Yo tenía la sensación paseando por sus arenales interminables que estaba en el paraíso. Me hubiera quedado allí si no tuviera que regresar a España con mi marido para cuidar de mis hijas y terminar de criarlas. Aquello era el paraíso de Adán y Eva.
No es fácil acceder porque la playa está entre un acantilado. Esto le da más encanto. No es como esos arenales del Caribe que están un tanto carentes de gracia porque los ves como artificiales. En cambio, cuando ves unas rocas es como si vieras más naturaleza.
Es recomendable no llevar tacones. Yo llevaba unas zapatillas con cuña y casi me mato por las escaleras. Gracias que venía mi marido para agarrarme a él. Si nos matábamos, íbamos para el más allá juntos, lo cual era un consuelo. No iba a dejar la posibilidad de madrastra para mis hijas.
Os la recomiendo. Yo siempre quise conocer Noronha. Al sobrevolar la isla, lloré de emoción porque mi sueño se había hecho realidad. Cuando llegué a Bahía do Sancho supe que había encontrado la playa de mis sueños. Nunca había visto una agua tan cristalina. Es una pena que se esté llenando bastante de turistas. Se llenaría más si tuviera un acceso fácil. Las escalinatas son muy empinadas. Cuando fuimos nosotros, había caído una señora. No es una playa apta para personas con movilidad reducida. Había gente que llegaba en lancha. Es la mejor forma.
No descarto volver. Me gustaría que mis hijas la conocieran, sobre todo ahora que la han nombrado la mejor playa del mundo mundial. Pero esperaré a que las niñas sean más grandes. No las veo ahora con muchas ganas de bajar y subir escaleras empinadas.