El Hotel U Krále Karla me impresionó por su decoración rural. No esperaba encontrar en este cuatro estrellas de Praga que reservó mi marido un hotel con camas de dosel cutre, techos de madera y suelos de casa de campo sin reformar. Me vinieron ganas de marchar. No lo hice porque mi sano tenía una reunión de negocios y lo primerito en este mundo es ganar dinero para poder comprar las cosas que nos hacen felices.
Este Hotel U Krále Karla ocupa un edificio barroco del año 1639, situado en las inmediaciones del castillo de Praga. Nosotros aprovechamos para hacer una visita al Castillo. No todo va a ser turismo de compras, como dice mi santo, siempre con ideas para apartarme de las tiendas donde le adelgazo la tarjeta de débito. Es un hotel viejo por fuera y viejo por dentro. No te puedes imaginar el banco que había en nuestra habitación. A falta de tresillo un banco digno de aquellas artesas que había en las casas de la aldea en Galicia hace décadas.
Nuestra habitación era bastante grande, pero con muebles antiguos. No les veías polilla, lo cual me tranquilizó bastante. Teníamos un televisor de pantalla plana que funcionaba bien.
No me aburrí. Mi santo accedió a pagar el servicio de masajes que había en el hotel para servidora. Me dejaron descansada. No hay nada mejor que unos masajes para quitar las tensiones del cuerpo. Mis hijas se entretuvieron con la niñera que también nos proporcionó el hotel. Así pudimos salir a cenar tranquilos.
Os recomiendo este hotel pese a ser bastante rústico. Lo que no tiene de bonito lo tiene de cómodo por los servicios que te ofrecen. Por ejemplo el servicio de canguros. Te viene de cine cuando tienes dos niñas de corta edad que no quieres llevar siempre encima.
Nosotros tuvimos la suerte de tener plaza para el coche en el parking del hotel. Es pequeño y no hay sitio para todos. Unos amigos nuestros, en cambio, tuvieron que dejar su automóvil en un parking público que quedaba a unos cinco minutos del hotel.