Lo pasamos muy bien en la Casa del Vino en Tenerife ubicada en una vieja hacienda tinerfeña en la que puedes comer o cenar en su restaurante, disfrutar catas de vino e ir a su museo, un museo lleno de fotografías que reflejan el pasado y el presente de los viñedos en Canarias.
Me gustó mucho el museo. Había ido en un viaje programado y regresé con mi chico sin prisas. Es así como disfrutas los museos. Puedes pararte el tiempo que quieres ante cada foto, leer los textos, preguntar a los que llevan el museo. Son muy amables con los visitantes Sabe que el museo le atrae mucha gente al restaurante.
Me llamaron la atención las ventanas de madera de la casa. Son ventanas de pino canario, de tea. Me contaron que tienen unos trescientos años y están como el día en que las colocaron. No sabía que hubiera una madera de tino tan resistente a la polilla y a los efectos perversos del clima.
En el museo vimos un documental que dura unos diez minutos sobre los vinos de Tenerife. Mi chico se sumó a una visita guiada por el museo. Yo fui por libre. Recorrimos las distintas dependencias de la casa, los jardines, las terrazas.
No sólo hay vino en la Casa del vino. También puedes comprar miles y mermeladas así como artículos de artesanía para regalos en su tienda. Yo llevé unas miles para mi madre y para mi suegra. Las mermeladas no gustan mucho en mi familia. Por eso compre sólo miel. Mi chico quería llevar unas vasijas de cerámica, pero le dije que no. Estoy cansada de cacharros que después no sabes donde colocar y que acabas regalando a esa amiga que lleva los regalos que nadie quiere.
Os recomiendo visitar la Casa del Vino en Tenerife. Te lo pasas bien y aumentas tu cultura etnográfica. Me parece muy acertado que además de las catas de vino haya catas de quesos y mieles acompañadas por frutos secos. Yo pasé de catar vinos. Mi chico, en cambio, cató los doce vinos que daban a probar. Menos mal que estaba servidora para conducir el coche.