Mi marido estuvo muy contento en la Casa Grande de Cornide en Cornide, Teo, porque le gustan los árboles viejos y en el precioso jardín de esta gran casa rural hay un magnolio bicentenario. Le quitó miles de fotos. No sé como no le llamaron la atención. ¡Pobre árbol! También en el jardín había un reloj de sol, dos hórreos y un palomar que nos contaron que databa del lejano siglo XVIII. Este tipo de cosas atraen mucho a los turistas que aman el pasado. Yo, en cambio, soy una turista que ama la modernidad.
Más que el árbol viejo y el reloj de sol me gustaron los cuadros que adornan las paredes de la Casa Grande de Cornide en Cornide. cuenta con una pinacoteca con obras de Luis Seoane y Laxeiro, dos pintores famosos en Galicia. La biblioteca, en cambio, no era gran cosa. Me llamó la atención que tuviera tantas estanterías con libros de turismo de la zona. No necesitabas más información. Leías uno de aquellos libros y sabías a qué restaurante ir a comer y que lugares interesantes podías visitar.
Nosotros poco turismo hicimos por la zona. Sólo nos acercamos a Santiago de Compostela porque a mi suegra se le antojó ir a la misa en la Catedral. Pensaba que la misa del domingo la decía el Arzobispo. Quedó con las ganas de asistir a una misa catedralicia dirigida por el más alto purpurado en Galicia. Por mí, yo no hubiera salido de la casa. Tenía mucho trabajo pendiente con el ordenador y varios libros para acabar de leer.
Además, enseguida me hice con mi habitación. Los techos abuhardillados me hicieron sentir como en la casa de los bisabuelos que no conocí. Las luces halógenas que había por todo el edificio eran mucho más relajantes que los techos tan distintos a los de mi dulce hogar. Mis hijas se inventaron mil historias de miedo mirando la escalera que iba directa al desván. Son muy fantasiosas. Yo creo que acabarán siendo escritoras. La mayor ya empieza a escribir cuentos y a ganar premios literarios de poca importancia.
Os recomiendo la Casa Grande de Cornide en Cornide, Teo. Tiene un salón de desayunos con una galería con vistas al jardín divino. Empezabas el día con buen pie aunque tuvieras a una suegra cerca. Mi marido decía que nos teníamos que quedar a vivir en la Casa Grande de Cornide porque nuestra familia ganaba en buenas relaciones.
Nuestra habitación tenía dos camas pegadas con un cabecero de hierro. La colcha hacía juego con la tela que tapizaba las sillas de la mesa camilla y con el faldón de dicha mesa. La decoración de esta casa está muy conjuntada.