El Ha(a)ïtza en Burdeos nos lo vendieron como uno de los hoteles más glamourosos de Burdeos. Yo lo encontré normalito. Debe ser que el glamour en Burdeos se entiende sencillo. Lo que sí era glamour puro era la tranquilidad que encontramos. Estábamos rodeados de vecinos de habitación silenciosos, cosa que se agradece cuando viajas sola con tu marido y no quieres fiesta que estropeen tus noches de miel.
La habitación era espaciosa, con las paredes pintadas de color blanco, una ventana grande por la que entraba luz a raudales. Mi marido se quejaba de los cortinones, unas cortinas sencillas que apenas hacían nada contra la luminosidad que nos despertaba todas las mañanas.
Encontré la mama muy cómoda dentro de su sencillez. Lo que me sobró fue la alfombra que había bajo la cama. Llamé a recepción para que la retiraran. Odio las alfombras, sobre todo cuando son grandes. Los de recepción eran muy amables. Lo mismo puedo decir del resto de empleados del hotel. Hacían lo imposible por hacerse entender con un inglés bastante bueno. Mi marido y yo no sabemos mucho francés.
Os recomiendo este hotel. Ha sido remodelado por Philippe Starck, un diseñador industrial francés muy conocido por sus soluciones minimalistas. Tomé nota de algunas sillas que vi por el hotel a ver si algún día puedo comprarlas. Este hombre firma diseños muy caros. También destacaría las estancias del hotel que recordaban una casa particular. Por ejemplo, el bar. Era un bar con paredes recubiertas de madera que le daban un toque cálido. Me sentí como en el bar que hay en la aldea de mis abuelos en Galicia. Sería chic, pero era tal cual. El bar de la aldea también tiene las paredes recubiertas de madera.
El desayuno me pareció pobre. había mucha fruta cortada en trocitos. Eché en falta una buena bollería industrial para horror de mi esposo. Es lo que me pasa cuando sirven desayunos cien por cien naturales.