El cuento de la criada es una serie que mete tanto miedo como el libro, incluso más. El libro fue un éxito. En el libro Margaret Atwood, narra la vida distópica de Gilead, una sociedad totalitaria que antiguamente pertenecía a los Estados Unidos. Este mismo argumento se mantiene en la serie con algunas variaciones. La serie lleva a la pequeña pantalla el libro en sus dos primeras temporadas. La tercera temporada se da alas y le echa imaginación a una continuación de la novela.
Así una historia que empieza con los desastres medioambientales y una baja tasa de natalidad provocan que en Gilead gobierne un régimen fundamentalista perverso que considera a las mujeres propiedad del estado. Casi nada. Una de las últimas mujeres fértiles es Defred (interpretada por Elisabeth Moss), sirvienta de la familia del líder y una de las mujeres forzadas a la esclavitud sexual para llevar a cabo un último intento desesperado de repoblar un mundo sin casi niños. Defred se abre camino entre jefes tiranos, sus esposas crueles, mujeres del hogar y sus compañeras sirvientas.
Esta serie te hace pensar. La caída de la tasa de natalidad es un hecho en nuestros días. Podría aparecer una pandilla de fanáticos que nos pusiera a las mujeres a parir como en la serie. El fundamentalismo religioso creo unas regalas para el nuevo Estados Unidos destinadas a procrear. Pensar que podrías ser una de las mujeres fértiles destinadas a procrear asusta.
La protagonista sufre mucho durante la primera temporada de la serie y no deja de sufrir durante la segunda temporada. La tercera temporada muestra a una protagonista preocupada por la resistencia colectiva. Es una mujer más feminista.
No os recomiendo la serie. Es demasiado triste para recomendarla. Si quieres ver tristezas, puedes ver las tres temporadas. La tercera temporada de El cuento de la criada está disponible en HBO. Yo la vi porque pura curiosidad. Quería saber qué giro tomaba la trama una vez que han dejado el libro atrás. Puedo decir que casi me ha gustado más la tercera temporada. Es menos penosa.