Nuestra estancia en la Casa Grande de Fervenza, en A Fervenza, Lugo, fue inolvidable. Cuando llegamos no pensé pasarlo tan bien. Una casa de arquitectura rural sencilla no prometía mucha diversión para un fin de semana en el campo gallego. Me equivoqué. La casa está mejor por dentro que por fuera. La fachada de piedra sencilla, con sencillas ventanas típicas de las casas de campo gallegas, esconde un interior decorado con buen gusto, pero sin caer en lujos innecesarios.
Volvería a esta casa rural de la provincia de Lugo sin pensarlo dos veces. Mis hijas se divertían imaginando a sus antiguos propietarios. Tienen mucha imaginación. No creo que vivieran tan bien en el siglo XIX como vivimos ahora los turistas rurales. Del siglo XIX es la casa. La palleira data de siglo XVII. En todo caso, según nos contaron los dueños de la casona, los propietarios de sus inicios eran molineros. Se ganaban la vida con la molienda de los cereales de los vecinos. Y no sólo eran los molineros de la comarca sino que también eran barqueros en el río Miño. En el interior de la casa pudimos disfrutar de unas estancias comunes decoradas con motivos de museo etnográfico gallego. La decoración rústica se repetía en las habitaciones. Las nuestras eran habitaciones amplias, con bonitas vistas al jardín arbolado. Había mucha piedra vista, pero quedaba bonita. En los techos las vigas de madera estaban presentes. En los suelos había más madera, también de castaño. La pizarra y el barro eran las otras dos materias primas que descubrí en esta construcción rural. De lo que tomé nota fue de las cortinas. Eran cortinas de lino puro. Me encantaron. No descarto hacerme unas cortinas de lino para el salón de mi casa. Otro detalle que llamó mi atención en esta casona fabulosa fueron los lavabos pintados a mano de los cuartos de baño.
Os recomiendo alojaros en la Casa Grande de Fervenza. Está en la provincia de Lugo. A 5 kilómetros te queda el Embalse Os Peares. Nosotros fuimos en coche. Fue la única salida que hicimos de este pequeño hotelito rural en los tres días que pasamos allí. Ni siquiera salimos a comer fuera. No hacía falta. En la palleira de la casona montaron un restaurante en el que se come como en la casa de una abuela gallega. Elaboran platos de cocina gallega con los productos de su huerta. Sí, también tiene huerta. Mis niñas se lo pasaron pipa mirando los cultivos de la huerta. Son niñas de ciudad. por mucho que les digas que las patatas salen de la tierra, ellas siguen pensando que salen del supermercado. Mis hijas tampoco se perdieron la zona de baño que hay a las orillas del río Miño. Tuvimos la suerte de que el tiempo permitía darse un chapuzón. Yo preferí un baño en el río a nadar en la piscina de la casona. La piscina estaba bien. La tenían muy limpita, pero la zona de baño en el río era una opción más interesante. Deberían tomar nota otros hoteles rurales que tienen un río lamiendo sus terrenos.