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mano5chi
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Acerca de:Muerte en el Nilo [Agatha Christie]
Ventajas:El ingenioso ardid para ocultar la identidad del asesino
Desventajas:La relativa pesadez de la primera mitad del libro
A pesar de que considero que Diez Negritos y El Asesinato de Roger Ackroyd son dos novelas bastante tramposas para con el lector, con el paso del tiempo, le he tomado cariño a los libros de detectives de Agatha Christie.
La razón principal que me impulsó a leer un texto de esta autora por primera vez fue la curiosidad. Había oído todo eso de La Reina del Crimen y siempre he sido afín al género de suspense, de modo que me decidí. En cuanto al motivo por el que repetí la experiencia hasta alcanzar, en la actualidad, unas diez o quince novelas leídas, siempre consistió en darme a mí mismo la oportunidad de poder adivinar el desenlace de uno de sus libros antes de que el Poirot o la Marple de turno resolvieran el caso.
Hasta la fecha eso no ha sucedido nunca, pero, como se suele decir, la esperanza es lo último que se pierde. Al fin y al cabo, uno de los rasgos más destacados de esta autora es el enorme ingenio que derrochaba a la hora de montar sus crímenes. Y que conste que no lo digo por justificarme (bueno, no del todo). Sea como fuere, el placer que me proporcionan los recursos narrativos utilizados por la señora Christie para ocultar la identidad del asesino hasta el último momento, bien vale esa interminable cadena de frustraciones.

Por desgracia, el contacto más o menos continuado con el trabajo de la autora británica y, en especial, la lectura de algunos de sus títulos más famosos, como El Misterioso Caso de Styles, Asesinato en el Orient Express, Diez Negritos o Muerte en la Vicaría, sirvió, además de para hacerme disfrutar como un enano, para que en mi cabecita naciera una idea estricta de lo que debería ser una Novela (con mayúsculas) de Agatha Christie. Cuando comenzaba la lectura de uno de estos libros solía esperar, además de otras muchas cosas, un texto cuya acción avanzara vertiginosamente merced a que el asesinato era presentado durante las primeras páginas y, por tanto, la mayor parte de la novela exponía la investigación propiamente dicha.
No es de extrañar, entonces, que cuando acometí la lectura de otra de las obras más famosas de esta escritora, Muerte en el Nilo (1937), me llevara una desagradable sorpresa.
Pero antes de comentar abiertamente lo que considero el punto más bajo del libro, permitidme un pequeño resumen del argumento para situar a aquellos que no lo conozcan.

Linnet Ridgeway es una joven bellísima que ha heredado de su abuelo una enorme fortuna. Una antigua compañera de colegio, Jacqueline de Bellefort, va a verla con la esperanza de que ella pueda ofrecer un empleo a su prometido, un rústico muchacho llamado Simon Doyle. Ese empleo proporcionará a ambos estabilidad económica suficiente para poder materializar su compromiso. Cuando Linnet conoce a Simon, se enamora perdidamente de él. La atracción parece mutua, ya que el muchacho decide romper su compromiso con Jacqueline y casarse con Linnet. Ambos van a pasar la luna de miel a Egipto, donde toman un barco de vapor para hacer una travesía por el Nilo. Pero su felicidad se trunca irremediablemente cuando la bella Linnet aparece muerta de un disparo en la cabeza en su camarote.

Como iba diciendo, la mayor desventaja que le veo a esta obra es la colocación del asesinato. Los títulos clásicos que mencionaba unos párrafos atrás nos presentan el crimen que constituirá el eje de la trama alrededor de la página cuarenta, mientras que el libro que nos ocupa lo hace en la ciento treinta. ¿Y a qué están dedicadas esas noventa páginas de diferencia? Pues, básicamente, a proporcionar información adicional sobre los personajes después de la presentación de cada uno de ellos llevada a cabo en las primeras treinta páginas, y a construir (como es habitual en la narrativa de la autora) algunos misterios menores destinados, por un lado, a alargar la trama y, por otro, a distraer la atención del lector dispuesto a averiguar la verdad antes que el detective. Siendo así quizá consideréis que este espacio antes del crimen está cabalmente utilizado pero, dado que en la misma contraportada del libro se desvela el nombre de Linnet como futura víctima y que toda esa información podría haber sido integrada en el transcurso de la investigación (como sucedía en otras novelas), esas noventa páginas que acabo de mencionar bastaron para hacerme perder la paciencia casi por completo. Comencé a pensar que parte de ese material actuaba como relleno. A cada capítulo estaba deseando que se cometiera el crimen de una vez y, por supuesto, ese estado de ánimo arruinó en buena medida la lectura de la primera mitad de Muerte en el Nilo.

Sin embargo, la segunda mitad del libro me pareció sublime. A raíz del descubrimiento del cadáver de Linnet, Hercule Poirot, auxiliado por el coronel Race, recopila pistas, habla con los restantes pasajeros del barco, se asombra ante la aparición de otros dos cadáveres que inyectan adrenalina al ritmo de la acción y, finalmente, resuelve tanto el misterio principal como los misterios menores. Ciento cuarenta páginas impecables.
También es de agradecer que, en esta ocasión, la señora Christie no sobrecargue su relato de misterios secundarios hasta el punto de hacer perder verosimilitud a la historia que se nos está contando. Como ya he comentado, los acontecimientos anteriores al asesinato cumplen de sobra la función de alargar un poquito el libro. Así, de los tres misterios menores que se ponen sobre la mesa durante el desenlace, dos de ellos se relacionan directamente con la presencia de Linnet Ridgeway (y su gran fortuna) en el crucero por el Nilo, mientras que el tercero se nos anuncia a bombo y platillo en la primera parte de la novela. Ojo, parece decir la autora, ya os estoy diciendo que hay un criminal independiente a bordo. En todo momento tenemos la impresión de que, esta vez, se ha jugado limpio con el lector.
Para terminar, me gustaría recrearme en el que considero el punto más valioso de este libro: el recurso que utiliza la señora Christie para convertir el asesinato de Linnet Ridgeway en un crimen de difícil solución. Una treta inteligentísima y, por encima de todo, muy transparente. Un ardid difícil de captar porque no estamos acostumbrados a observar los cosas tal como son, sino tal como parecen. Un recurso tan celebrado y famoso que incluso el japonés Gosho Aoyama (creador del manga Detective Conan) lo utilizó para uno de sus casos. La brillantez de este recurso y, en general, el modo tan claro e instructivo en el que va avanzando la investigación, compensa en gran medida la relativa pesadez de la primera mitad de Muerte en el Nilo.
Así que ya lo sabéis. Si en algún momento sentís el impulso de leer uno de los misterios más famosos a los que tuvo que hacer frente Hercule Poirot, os veréis recompensados por una trama de lo más aguda en una ambientación salvaje y exótica como es el país de las pirámides. Un caso muy disfrutable con tal de que tengáis un poquito de paciencia. Sólo un poquito.
Fecha:13:59:26 28/08/11
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Categorías:Ocio y cultura