La película de John Boorman fecha de 1981 y nos presenta la leyenda artúrica por excelencia, la que incluye a la espada Excalibur, el mago Merlín, el Rey Arturo, la Reina Ginebra, el caballero Lancelot y el resto de la tabla redonda desde el más veterano al más joven, Perceval y la malvada hermana del rey Morgana, la bruja con ansias de poder.
Hay tres factores que coinciden en esta película y hacen que a pesar de su larga duración, casi dos horas y media, la vea siempre que la ponen en televisión o encuentro el DVD por casa, el reparto, la ambientación y la banda sonora, paso a explicarlos.
Los escenarios son espléndidos, tanto los bosques frondosos que recuerdan a los de “Tristán e Isolda” (de hecho la escena de amor entre Ginebra y Lancelot parece calcada de este otro libro, pero es algo muy común que las escenas artúricas se repitan de una a otra historia con distintos protagonistas) como la limpieza de Camelot, con su mobiliario nuevo, sobretodo la brillante Mesa Redonda para las reuniones de los caballeros de Arturo y los muros inexpugnables en un impoluto gris cercano al plata que no tiene rival en las bellas armaduras plateadas de los caballeros.
Y por supuesto el misterio de los lagos con sus brumas (como las brumas de Avalon, todos los mitos sajones acaban confluyendo en algún punto) y las luces y sombras mágicas que emanan de los conjuros de Merlin y Morgana. Todo ello nos sumerge en un ambiente mágico, lejano y atrayente, es como si viéramos la historia a través de un espejo mágico o de las aguas de un lago manso y mágico.
El reparto es excelente y destaco por encima de todo a los dos brujos, Merlin y Morgana, es decir, a Nicol Williamson (que personalmente me recuerda mucho a Alec Guinness y al cual años más tarde encontraríamos en el papel de Little John en “Robin y Marian”) y Helen Mirren, siempre magnífica, especialmente como malvada. Luego destacar la agradable sorpresa de encontrar a un joven Liam Neeson como Sir Gawain, otro de los caballeros de la Tabla Redonda con mito propio y la excelente aunque breve aparición de Gabriel Byrne como Uther Pendragon, el padre de Arturo.
Son todas ellas actuaciones típicamente inglesas, contenidas, sobrias y a la verz sobradamente expresivas que nos hacen tomar en serio a unos personajes que ni existieron más allá de las leyendas artúricas.
La banda sonora da un paseo por los mayores mitos caballerescos medievales usando los preludios de las óperas “Parsifal” y “Tristán e Isolda” así como el funeral de Sigfrido de “El anillo de el nibelungo”, todas ellas de Richard Wagner y como más recurrente y omnipresente en las sangrientas escenas de batalla el “O fortuna” del Carmina Burana de Carl Orff. Olvidamos por completo la sociedad tecnológica que nos rodea y nos sumergimos en la mitología anglosajona siendo un caballero de la Tabla Redonda. Según mi opinión que una banda sonora nos transporte a la época de la película es lo mejor que puede hacer ayudando a que se cumpla una de las razones por las que acudimos al arte, la evasión temporal a nuestra realidad.
Es pues, globalmente, una buena película, un retrato realista de la leyenda artúrica que tanto se ha pasteleado otras veces (véase la infumable “El primer caballero”) y era en realidad cruda, sanguinaria y profundamente pasional con todos los elementos elevados a la máxima potencia, tanto amor como odio, amistad, lealtad, codicia, envidia y deseo sexual.
La recomiendo sin reservas para todo tipo de público a partir de los 13 años debido a su alto contenido violento y sexual.