El Hotel Catalina de Ibiza está a 300 metros del centro de San Antonio y a unos 800 metros del puerto de la citada localidad ibicenca.
Tiene aspecto de pensión por fuera y por dentro. Yo esperaba encontrar algo mejor. La reserva la había hacho mi marido y a él le vale cualquier cosa para alojarse. Yo, en cambio, exijo un mínimo de comodidad tanto para mis vacaciones privadas como cuando me alojo en hoteles por motivos de trabajo.
Nuestra habitación era más amplia que las de otros apartamentos del mismo hotel. Pero ahí acababan las comodidades. Teníamos una cocinita que no funcionaba. Cuando la arreglaron sólo nos quedaba un día de vacaciones. La iluminación del apartamento era de pena. Había una bombilla penosa. Los muebles merecían estar en un contenedor de basura. Viejos y usados a más no poder.
No sé como aguanté tres días en este hotel. Ni que decir que no dormí en la cama. Fue deshacerla y ver el colchón sucio y casi desmayarme.
La suciedad estaba más presente que la limpieza. Un asco. Pasillos, suelos, paredes,... en todos los sitios encontrabas mugre.
Encima la seguridad de las instalaciones no era gran cosa. En nuestro apartamento había una terraza casi sin protección. El ascensor nos dio un susto. Se paro en medio de dos plantas. Pensé que no nos rescataban porque la alarma parecía no funcionar.
Cuando finalmente conseguimos habitación en otro hotel, me parecía mentira. Yo al Hotel Catalina no vuelvo ni loca. Es un hotel que necesita una reforma y también necesita un persona más amable. El hombre de recepción estaba siempre durmiendo en su puesto. Las camareras de habitación eran unas bordes. Hasta había una chica que se empeñaba en hablar en catalán la entendieras o no, y si veía que no entendías algo, se enfadaba como si tuvieras que entender a narices todos los idiomas del Reino de España.