Son las cuevas más impresionantes que he visto nunca. He de reconocer que no soy muy aficionada a la espeleología y que mi conocimiento de las cuevas se limita a Altamira y el Soplao, ambas en Cantabria, pero las Cuevas del Drach tienen su fama bien merecida.
Para empezar, son unas cuevas muy cómodas de visitar ya que el camino está muy bien marcado y delimitado, aparte de bien preparado incluso para torpes como yo. Aún así, personas con sillas de ruedas o movilidad muy reducida creo que podrán entrar, a menos que haya una ruta alternativa.
A lo largo de todo el recorrido podemos contemplar impresionantes formaciones que surgen del techo o del suelo. Además, hay un río subterráneo que lo hace todo más impresionante pues, gracias a las luces con las que está iluminada la cueva, las formaciones del techo se reflejan en el agua y parece que debajo del agua también hay estalagmitas (o estalagtitas) por doquier.
Cada rincón es digno de admirar, pero tampoco puedes detenerte demasiado pues la cueva es muy larga y al final se llega a un lago en el que hay un espectáculo de luces y música clásica, y éste no empieza hasta que no llegan todos los de la visita.
Las visitas no son guiadas pero si que se entra en grupos a unas horas determinadas para así ofrecer el espectáculo a todos.
El precio no me parece caro para lo que te ofrecen. Sólo por la cueva en si misma ya merece la pena pagar 10 euros por persona. De hecho, el concierto de música clásica fue lo que menos me gustó. Todas las luces se apagan y ves acercare a lo lejos una barca tenuemente iluminada mientras suenan violines y un piano. De peli de terror.
Después del concierto puedes elegir desandar el camino para salir o bien subir en la barquita para que te lleven por el lago. Obviamente nosotros esperamos para subirnos en la barquita. Hay muchas, así que la espera no es muy larga a pesar de la gente que hay. El recorrido tampoco lo es, así que lo uno se compensa con lo otro.