Hola amigos de Xakia:
¡Oh, la,la! París. La ciudad de la Luz, como es conocida la capital francesa, no cabe duda de que es una de las ciudades más importantes de Europa y uno de los destinos preferidos de los turistas de todo el mundo.
Aunque de aquel acontecimiento ya han pasado muchos años, demasiados, tengo la suerte de poder decir que he visitado París. Fue con motivo del viaje cultural que organizó mi colegio en las vacaciones de Pascua para los alumnos del entonces COU (Curso de Orientación Universitaria), es decir, que éramos chicos y chicas de 17 y 18 años que nos preparábamos para dar el salto a la Universidad. Fue mi primera salida fuera de España por lo que era como cumplir un sueño largamente esperado.
Nos apuntamos al viaje casi toda la clase y nos acompañaron dos profesores. Salimos de Valencia en uno de los autobuses de nuestro colegio, por la autopista del Mediterráneo. Pasamos al mediodía por Barcelona y llegamos a Lyon, más exactamente, a su ciudad satélite de Villeurbanne, para hacer noche en el Hotel des Congrés. A la mañana siguiente partimos para hacer la última etapa del viaje y llegamos a París antes de comer. Nos alojamos en un modesto hotel, el Anglo-Americain (que no sé si aún existe), situado en una de las zonas más nobles de París, frente a la Gare de Saint Lazare, al final del Boulevard Haussmann y no lejos de la Ópera y de los grandes almacenes Lafayette, unos de los más famosos de la ciudad.
Estuvimos una semana en París, y vimos muchísimas cosas. Era un viaje oficialmente "cultural" y efectivamente hicimos muchas visitas de ese carácter. Visitamos el inmenso museo del Louvre, con la Gioconda de Da Vinci como la obra de arte que más impresión me dejó. Estuvimos en el entonces nuevo centro de exposiciones, el vanguardista e "industrial" George Pompidou. Más que por ver las exposiciones, por ver el edificio en sí, que era la novedad entonces en París.
Tuvimos el enorme privilegio de presenciar un espectáculo de ballet en el mismísimo Teatro de la Ópera. Nos llevaron a la otra orilla del Sena a visitar el museo del gran escultor Auguste Rodin. Entramos a ver una exposición al Petit Palais.
Dada la zona de nuestro hotel tuvimos la posibilidad de callejear por toda la zona al norte de la Concorde, vimos la iglesia de la Madeleine, con su fachada de templo griego clásico. Pasamos por delante (no entramos evidentemente) por delante del restaurante Maxim´s, casi en la misma Place de la Concorde. Curioseamos por los grandes almacenes Lafayette.
A otras zonas más alejadas de París nos desplazábamos en Metro (medio de transporte entonces desconocido para casi todos los de mi clase, incluído yo). Me sorprendieron la cantidad de líneas que había y lo concurrido que estaba a toda hora. Subimos a la montaña de Montmartre, el barrio de los pintores, y paseamos por la famosa y bulliciosa plaza. Echamos un vistazo por fuera al Sacre Coeur, desde el que se puede ver una de las mejores vistas de París desde el norte. Nos acercamos al arrabal de Saint Denis a admirar la imponente catedral gótica. No podíamos dejar de subir a la Torre Eiffel (aunque no alcanzamos el mirador más alto). Ni de saltar a la isla fluvial de la Cité (corazón del París medieval) para visitar Notre Dame y asomarnos al Sena. Aunque eso sí, nos faltó subir a uno de los "bateau mouche".
Aunque no fuimos andando, fuimos con nuestro autobús a hacer una visita panorámica por los señoriales Campos Elíseos y vimos el Arco de Triunfo.
Nos acercamos al incomparable palacio real de Versalles, con el lujo insultante de sus innumerables salones y la espectacularidad de sus inmensos y elegantes jardines.
Como dije al principio, han pasado muchos años desde entonces (estoy hablando del año en que se celebró el Mundial de fútbol en España o el del triunfo del "cambio" encarnado por Felipe González), y sin duda el París de 2010 es en bastantes cosas diferente al de entonces. Pero los grandes atractivos en lo esencial son los que he enumerado y seguirán estando ahí, para admiración de muchos.
Tras una intensa e inolvidable semana, emprendimos camino de regreso, esta vez por el centro de Francia. Paramos en Limoges para ver una exposición de porcelana, e hicimos noche en Montauban. Al día siguiente vía Toulouse, Carcassonne, Perpignan y Barcelona llegamos a casa, cansados pero felices de haber vivido una experiencia única en nuestras vidas y que nos enriqueció tanto culturalmente como sobre todo personalmente. Lamentablemente por los años transcurridos no recuerdo todos los detalles del viaje pero en el balance fue totalmente positivo en todos los aspectos. No hubo ningún problema serio de salud ni de otro orden y el dinero que me dieron mis padres me dio para toda la semana (pese a lo cara que era la vida allí). París me encantó y, aunque quedan muchos lugares que visitar en España y fuera de ella, no descarto en absoluto volver de nuevo algún día con mi mujer (que por cierto, vivió allí sus primeros 7 años de vida y lógicamente recuerda muy poco de aquella ciudad) y mi hija.
Gracias por la atención y un saludo a todos.