Hola amigos de Xakia:
Roma es una de las ciudades más importantes de la historia de la humanidad, tanto por su historia como por su riqueza cultural y artística. Por ello fue una de las primeras ciudades extranjeras que pude visitar (la primera fue Paris). Fue con motivo de nuestro viaje de novios. La verdad es que desde el principio teníamos claro que Roma iba a ser el destino de aquel viaje tan especial.
Llegamos desde Valencia a través de Barcelona el 23 de octubre de 1995 y nos alojamos en un hotel próximo a la Fontana di Trevi. Desde allí nos podíamos desplazar andando a las zonas más próximas, como la Piazza Spagna al norte o la Piazza Venecia al sur, y por el resto de la ciudad nos movíamos utilizando el autobús. Este medio fue el que empleamos para desplazarnos hacia el oeste, visitando primero la Piazza Navona, cruzando después el Tíber para ver el Castillo de Sant´Angello. Una vez visitado éste caminamos unos metros por la orilla del río hasta el inicio de la Vía della Conciliazione desde la cual ya podíamos contemplar al fondo la fachada de San Pedro.
La Basílica de San Pedro de Roma es el principal edificio del Estado Vaticano, un estado independiente minúsculo dentro de la ciudad de Roma, reconocido por la ONU, en lo que desde mi punto de vista me parece un privilegio difícilmente justificable en el derecho internacional. Pero este no es el tema de la opinión, sino San Pedro y a ello me ceñiré.
La Basílica fue construida en un período de más de 100 años entre los siglos 16 y 17. Originariamente en estilo clásico pero finalmente se deja ver la fuerte impronta del estilo predominante en el siglo 17, el barroco. Tiene la planta habitual en los templos católicos de cruz latina, y en esa obra participaron casi todos los más grandes artistas del Renacimiento, como Rafael Sanzio (Rafael), Miguel Angel o posteriormente Bernini (el artista romano por antonomasia). A la Basílica se accede desde la Plaza de san Pedro (ya en territorio vaticano), que como ya dije está al final de la Via della Conciliazione. La columnata de la plaza fue diseñada por Bernini, y allí, frente a la majestuosa fachada de la basílica (desde la que el Papa da sus famosas bendiciones) ya se puede empezar a apreciar la grandeza arquitectónica del edificio (en lo espiritual no voy a entrar a valorar) y especialmente cuando subes la escalinata y pasas por bajo de sus altísimas columnas de estilo clásico. Una vez en el interior te das cuenta de la inmensa riqueza que han tenido y tienen a su disposición los papas, no hay más que contemplar las esculturas, como la conmovedora (más allá de religiones) Pietà de Miguel Angel, con María sosteniendo a su hijo Jesús en brazos, los ornamentos, el ostentoso y brillante trono del Papa, las pinturas, los mosaicos, las vidrieras. Es imposible no fijarse en el baldaquino central que se alza sobre el altar mayor, el que usa el Papa en sus ceremonias más solemnes. La imponente cúpula diseñada por Miguel Angel parece que se eleva hasta tocar el cielo. Por detrás del altar el monumento conmemorativo del trono de Pedro, sobre el lugar donde se sostiene que está enterrado el que fue el primer Papa según la Iglesia...
Los techos ricamente decorados y la sensación de amplitud y luminosidad que es producida por las vidrieras superiores. La impresión que me produjo San Pedro fue doble: admiración por su grandiosidad y rechazo por la opulencia que refleja. Una obra en la que participaron los artistas italianos más afamados (y cotizados, seguro) de la época no podía ser otra cosa que grandiosa tanto en el tamaño como en la calidad inmensurable de las obras de arte que produjeron, tanto arquitectónicas, pictóricas como las esculturas. Pero tanta opulencia, tanto mármol de gran calidad, tanto oro, tanta plata, no puede más que hacer pensar en la congruencia entre lo que sus dueños predican y lo que practican. Y no entro en los temas candentes, tan sórdidos algunos de ellos.
Volviendo de nuevo a San Pedro, cuando estuvimos nosotros era posible acceder a la cúpula a través de un ascensor y subiendo después por unas escaleritas en el interior de la cúpula. Las vistas sobre el Vaticano y la ciudad de Roma son espectaculares y recompensan sobradamente la larga ascensión. Eso sí, nos dijeron que no admitían la entrada si no ibas vestido con cierto "recato". Preferiblemente con pantalones o vestidos largos. Supongo que viendo la deriva de la Iglesia en los últimos años esa exigencia se seguirá manteniendo 15 años después.
Junto a la Basílica se encuentran el resto de edificios vaticanos entre los que destaca los importantísimos Museos Vaticanos y las dependencias en las que residen el Papa y los altos jerarcas de esa organización llamada Iglesia católica.
Por tanto la Basílica de San Pedro, y en general el Vaticano una de las visitas imprescindibles para todo aquel que visite Roma, independientemente de la posición religiosa, agnóstica o atea de cada persona.
Gracias por la atención y un saludo a todos los lectores