Un whiskey escocés muy "familiar" ya que desde siempre ha estado en casa de mis padres alternando en algunas épocas con el Passport Scotch.
Como verán mis progenitores gustan del whiskey escocés suave, mientras mi hermano pequeño y yo tiramos más hacia el bourbon, algo menos "dulce" y con más regusto a madera.
Las variedades de Johnnie Walker se presentan como la mayoría de whiskies en botellas de 70cl. de capacidad y las más conocidas son dos:
Red Label, el ligero, el que usaríamos para combinados, es el que nos ocupa y acostumbra a costar unos 12 euros
y Black Label, el añejo, con más tiempo pasando de barrica en barrica que cuesta más o menos el doble, unos 24 euros.
Existen más, alguna vez he visto el Blue Label en las estanterías altas de algún pub tranquilo, pero no lo he probado ni visto en supermercado como para comentaroslo, sé que hay más aun, podéis investigar.
El diseño de la botella es de los más novedosos ya que es alta, estrecha, estilizada, y cuadrada con los cantos redondeados haciendo su aspecto muy suave.
El dibujo de Johnnie Walker con su traje tradicional escocés siempre ha estado presente y han tenido el buen criterio de no cambiarlo, es su emblema y parte de su encanto junto a la forma de la botella, ya que el contenido es como el de cualquier otro escocés para uso común.
Suave, tirando a dulzón, sin dejarnos en la garganta esa sensación a madera que nos regala un whiskey de más edad.
Su precio moderado, calidad suficiente y atractivo diseño aparte de lo conocida que es la marca lo convierten en un regalo apropiado para quedar bien sin pretensiones de sorprender.