Este despertador es un clásico en todos los hogares. Yo creo que todos hemos tenido uno, seguramente heredado de nuestros padres o nuestros abuelos. Hoy en día no se si se seguirá vendiendo, aunque estoy segura que yo no lo compraría. De hecho, yo lo dejé en el hogar familiar cuando me emancipé y es que me parecía insoportable. Una vez que llegaron los móviles aparqué este despertador.
¿POR QUE LO ODIABA?
Aparte de lo obvio, es decir, que te despierta y te arranca de un normalmente apacible sueño, si lo tienes cerca hace un ruido de lo más insoportable. A ver, que tampoco es que se caigan las paredes, pero yo soy de esas personas a las que les cuesta dormir y ese ruidito de las agujas deslizándose, una especie de click seco por segundo empezaba a meterse por mi oído y me volvía loca.
Consecuencia: Tenía que ponerlo alejado, con lo que cuando sonaba no podía ignorarlo y encima tenía que levantarme de la cama rápido para no despertar a todo el vecindario y es que menudo tono... para despertar a cualquier marmota.
FUNCIONAMIENTO
A cambio de ser un producto tan limitado, tenemos un funcionamiento muy simple, fácil de manejar y con una durabilidad casi infinita. Recuerdo que la pila había que cambiarla cada muchísimo tiempo, no porque el aparato no funcionase, las agujas seguían moviéndose, pero atrasaba un poco. Ese era el momento en el que había que sustituir la única pila que lleva por otra.
En la parte trasera tiene dos ruedas, una para ponerlo en hora y otra para poner la hora a la que queremos que suene. Después basta con dar al botón que hay en la parte de arriba del despertador para que esté levantado y, para apagar el insoportable pipipipi, hay que dar a ese mismo botón.
En resumen, un despertador analógico muy sencillo de usar y muy ruidoso.