El Torre Rossa Park Hotel en Roma es un hotel de los que yo denomino sí pero no. Tiene cosas que me gustan y otras cosas que no me gustan.
Para empezar no me gusta nada la combinación de elementos modernos en la decoración con elementos antiguos y desfasados. Prefiero una decoración más homogénea.
Yo llegué a este hotel después de un viaje un tanto agotador en coche. Me gustó al entrar. La recepción era muy moderna, la cafetería tenía unos jardines muy monos. Por eso no me esperaba una habitación un tanto cutre.
Nuestra habitación era amplia, pero con una forma estrecha que tiraba para atrás nada más entrar por la puerta. Encima había varias camas que se disputaban el espacio. Peor fue cuando me asomé a la ventana y vi que daba a un patio interior. Esperaba una habitación exterior. encima hacía un calor que te morías. Me abaniqué hasta con los periódicos. El aire acondicionado era bastante pobre. Mi marido decía que aquellas habitaciones eran de frailes. Tal vez no le faltaba razón porque todas las habitaciones tenían en las puertas nombres de santos.
En el cuarto de baño sólo había una ducha, nada de bañera para mi baño relajante de por la noche.
Encendimos el televisor y sólo pudimos conectar cadenas italianas. Apagado quedó los tres días que estuvimos en este hotel. Los telediarios italianos no me interesaban.
Menos mal que los desayunos de buffet fueron bastante aceptables. Por lo menos eran abundantes y no salías con hambre del comedor.
No os recomiendo ni os dejo de recomendar el Torre Rossa Park Hotel de Roma. Está a las afueras de la ciudad. Delante del hotel tienen parada dos autobuses que te dejan a las puertas del Vaticano en quince minutos. Los billetes del autobús los podías comprar en el bar del hotel.