Nueva York es una de mis ciudades favoritas, sobre todo para viajar sola. Es una ciudad perfecta para personas que quieren ir de compras sin compañía de familiares o amigos.
Me he hospedado en muchos hoteles en Nueva York. Uno de los últimos en los que he estado fue el Hotel Mela, Nueva York. Está en pleno Times Square, en la zona sur de la gran manzana.
No es un hotel muy grande. Está más en la línea de los hoteles de la vieja Europa que de los grandes hoteles americanos. En consecuencia, el trato es mucho más cercano pro parte de los empleados. Es un hotel en el que tienen muchos detalles con la clientela.
Su ubicación es muy buena. A pocos metros tienes el Times Square. Pese a estar en una zona muy turística, el hotel es silencioso. Está muy bien insonorizado.
Estuve muy cómoda en este hotel de 16 plantas y 230 habitaciones. Me dieron una habitación de la planta 12 grande y luminosa.
Lo que no me gusta de este hotel es que permite mascotas. En mi habitación vi algún pelo de algún bicho que casi me mata del asco. Los pelos de los animales se pegan a todo. Deberían reservar habitaciones para gente sin mascota.No es justo que te den una habitación en la que ha habitado un perro. Por cierto, por las mascotas cobraban 100 euros. Bastante dinero, pero hay gente para pagar eso y más con tal de tener al perro en la habitación.
El hotel no permite fumar en ninguna estancia. Esto sí que es una ventaja.
Otra ventaja es que la conexión a Internet era gratis. Pero no todo era gratis. Por ejemplo, por el parking privado cobraban 50 dólares por día. Una pasta.
Mi habitación necesitaba una remodelación. Los carteles de no molestar estaban más viejos que las alfombras de la casa de mi abuela. El suelo era de moqueta, cosa que no me gusta y menos en un hotel donde están admitidas las mascotas.
La habitación era muy mejorable. Me defraudó que sólo hubiera un enchufe. Una pobreza. También me defraudó que mi armario fuera minúsculo. No cabía toda mi ropa allí dentro. Encima no había ni una sola mesa o silla en la habitación. Por supuesto, de los sofás a mayores ni hablar. Debían tener miedo que los huéspedes metieran a toda la familia en cada cuarto.
Me dejaron una tetera sobre el mueble bar. Me vino bien para preparar mis tilas.
Lo que me llamó la atención fue que las cremas que había en un neceser fueran para vender. Te cobraban 20 dólares por un neceser lleno de cremas para mujer y hombre. Allí se las dejé enteras. Llevaba las mías.
De la ropa de la cama no tengo queja. El edredón era bueno y las sábanas eran de algodón egipcio según me comentó una de las camareras de piso.
Como os dije la habitación era silenciosa, sobre todo si le desenchufabas la mininevera. Hacía un ruidillo bastante machacón.
En el cuarto de baño me llamó la atención que la puerta tuviera un espejo incorporado. Era pequeño el cuarto de baño y estaba decorado con sanitarios que parecían made in China. El espejo de la pileta era igualito a uno que vi a vender en un bazar chino próximo a mi casa.
En cuanto a la ducha, menos mal que estoy acostumbrada a ducharme con agua fría. Allí el agua caliente no salí ni por un milagro. Todo lo más salía algo tibia. No quiero ni pensar que hubiera sido de mí de haber viajado con mis hijas y mi marido. Como mínimo me abandonaban en Nueva York. Ellos no se duchan sin agua caliente.