Cuando viajamos al extranjero yo siempre me temo lo peor en cuanto a hoteles. Mi experiencia me dice que los hoteles de los países vecinos y menos vecinos son bastante peores que los hoteles españoles. De vez en cuando, nos alojamos en algún hotel que nos deja satisfechos. Tal es el caso del Mamaison Imperial Hotel, Ostrava, donde nos hospedamos en nuestro último viaje a la República Checa.
Nos dieron una habitación grande decorada con unos muebles muy tradicionales que le daban un toque señorial a la estancia. Era una habitación luminosa, con espacio de sobra para dos personas. Lo mismo puedo decir del cuarto de baño, donde había una bañera redonda que parecía una piscina. Mi marido decía que, si hubiéramos llevado a las niñas, nos nadaban en la bañera.
Pero había cosas que no me gustaban. Por ejemplo, una enorme planta que más parecía un árbol al lado de la cama. tuve que llamar a recepción para que la retiraran. No aguanto ni plantas ni flores ni nada de eso en mi habitación. Tampoco me gustó encontrarme con una vela en la mesa del restaurante del hotel. Me dio la cena. Cuando la retiraron a petición mía, nos quedó un olor a cera en la comida que era inaguantable.
El personal del hotel es amable y lo tienen todo muy limpio, tanto las estancias comunes como las habitaciones. Pero podía ser más profesional. Muchos de los empleados casi no hablan ingles y los que lo hablan lo hacen de tal manera que te cuesta entenderlos. Su nivel de idiomas es muy mínimo.
En los desayunos servían mucho pan. Había las barras igualitas a las que venden en los supermercados y panaderías de nuestra España y también tenían unos panes negros que no me gustaron nada. Me animé a probarlos, porque mi marido decía que era el pan negro que daban con la cartilla de racionamiento tras la Guerra Civil española. Una broma suya. Aquel pan dios sabe con qué cereal lo habrían hecho. Era incomible.
En todo caso, os recomiendo el Mamaison Imperial Hotel, Ostrava. Es un hotel mucho mejor que otros hoteles extranjeros en los que me alojé.