El Hotel Sevilla me encantó con su decoración un tanto sexy. Mucho rojo por todas partes. En nuestra habitación, por ejemplo, había un techo de color rojo pasión que me inspiraba las noches con mi chico. Estuve como en el séptimo cielo.
Es un hotel que tiene una ubicación céntrica. Te queda muy cerca de la Giralda. Puedes hacer turismo sin necesidad de recurrir al transporte público o privado. La buena ubicación que tiene fue lo que determinó nuestra elección. Yo quería un hotel que me quedara a tiro de piedra de los sitios de mayor interés turístico de la capital andaluza.
Este hotel es muy silencioso. Duermes toda la noche sin que te despierten los ruidos de la calle, cosa que yo valoro mucho. Está muy bien insonorizado. No escuchas ni ruidos de fuera ni de las habitaciones vecinas.
La cama era de matrimonio de verdad. Muy cómoda. Con un colchón que no me resultó nada duro. Los suelos eran de tarima y se veían muy limpios. Lo mismo puedo decir del cuarto de baño: estaba limpio como los chorros del oro.
Mi cuñada, en cambio, se quejaba de los ruidos. A la pobre le tocó una de las habitaciones que no habían sido remodeladas todavía. Bueno, no le tocó porque quiso pagar menos. Es una tacaña.
No descarto volver a este hotel. Me gustó tanto la habitación que volvería sin pensarlo dos veces. Era preciosa. Muy moderna, muy sexy, muy limpia, muy espaciosa, muy luminosa. Era sencillamente perfecta.
La única desventaja que le encontré fue el desayuno. Era pobre. Salías con ganas de comer más y mejor. La bollería industrial era escasa y los zumos de cartón estaban contados. menos mal que no llevamos a las niñas porque los yogures brillaban por su ausencia. Mis hijas no desayunan si no tienen yogures. Sus desayunos son un yogur por cabeza y un tazón de cereales más algo de fruta si las amenazas con no bajarlas al parque.