Nunca había estado en una casa tan rural como la La Balbina, San Román de Cayón, una pequeña casa rural que resulta difícil de encontrar. Mi marido dio mil vueltas con el coche antes de llevarnos a la entrada de este caserón de seis habitaciones más propias de otros tiempos que de hoy en día.
Todas las habitaciones están en la planta alta. Esto les da mayor tranquilidad porque, si hay conversaciones subidas de tono, suelen ser en los salones de abajo. Nosotros tuvimos la suerte de alojarnos en dos habitaciones que estaban pegadas a otras dos que no tenían gente. Así estuvimos en silencio total. Bueno, casi total, porque allí los pájaros cantan que dan gusto. Los escuchas hasta en el minúsculo cuarto de baño que tienen las habitaciones.
Las habitaciones tenían techos de madera. Por allí hay mucha madera y mucha piedra sin cubrir, cosa que no me gusta. Por ejemplo, los marcos de las puertas son de madera sin pintar que quedan como un dolor con las puertas pintadas de blanco.
La cama era de las que tienen cabecero de forja, con una colcha blanca algo gastada. La cama de la habitación de mi suegra era idéntica. También eran idénticos los cuartos de baño: pequeños y con las toallas dobladas y colocadas en el suelo. Casi me da un ataque de asco que me obliga a marcharme. Les dije que las toallas a mí no me las ponían en el suelo. Me las dejaban sobre una banqueta, pero nada de ponerlas en el suelo por muy limpio que estuviera.
La dueña de la casa habla por los codos. Mi suegra encontró una charlatana para compartir chismes de las familias. Me dijo que sólo hablaban de sus abuelas. La abuela de la dueña de la casa rural era la famosa Balbina que le daba nombre a la casa. Una quiere siempre mucho a las abuelas.
No os recomiendo ni os dejo de recomendar la La Balbina, San Román de Cayón. Hay casas rurales mejores, pero pocas son más tranquilas. Eso sí, tienes que llevar dinero contante y sonante porque allí no cobran con tarjeta. Por eso tienen poca clientela.