Parador de Mérida: un parador en un convento del siglo XVIII
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Cleo5
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Acerca de:Parador de Mérida [Badajoz]
Ventajas:dichas
Desventajas:dichas
Pasamos unos días de otros tiempos en el Parador de Mérida, un parador que está en un convento del siglo XVIII que huele a monjas por todas partes. El edificio es muy histórico y conserva la estructura del antiguo convento.
Me encantó el jardín de este parador. Lo tenían decorado con restos arqueológicos. De hecho le llaman el Jardín de las antigüedades. Es un nombre que le va de anillo al dedo. Vas andando por sus caminos y te encuentras vasijas de la prehistoria. El conjunto arqueológico está formado por elementos mudéjares, romanos y visigóticos. Estos restos de la antigüedad los encuentras también en el patio del parador.
La habitación era tal cual la de un convento. Teníamos dos camas pegadas, nada de cama de matrimonio. Nos metimos juntos en una cama. A mí no me gusta dormir como si mi matrimonio no funcionara. Los cabeceros de la cama eran de madera, de barrotes de madera con formas de carpintería fina. También las puertas eran de madera pulida. Me recordaron las puertas que ves en la sacristía de algunas iglesias viejas. Los suelos eran de baldosas parecidas a las que ponen en las terrazas de las habitaciones de los hoteles de la costa. Había dos alfombras a juego con la colcha amarillenta. Las retiré porque no me gustan las alfombras. En una esquina de la habitación nos dejaron una mesa con sus correspondientes sillones. Hay que reconocer que en el Parador de Mérida se esfuerzan por ofrecerte un cuarto acogedor. Es una pena que no sean capaces de quitarle el olor a monja de clausura.
En todo caso, os recomiendo este parador y, sobre todo, su comida. En su restaurante comimos uno de los mejores gazpachos que llegaron a mi estómago. Las calderetas extremeñas eran deliciosas. Mi chico se subió el azúcar con los higos de Almoharín. Nunca entenderé por qué le gustan los higos. Son pringosos y repugnantes.
Me encantó el jardín de este parador. Lo tenían decorado con restos arqueológicos. De hecho le llaman el Jardín de las antigüedades. Es un nombre que le va de anillo al dedo. Vas andando por sus caminos y te encuentras vasijas de la prehistoria. El conjunto arqueológico está formado por elementos mudéjares, romanos y visigóticos. Estos restos de la antigüedad los encuentras también en el patio del parador.
La habitación era tal cual la de un convento. Teníamos dos camas pegadas, nada de cama de matrimonio. Nos metimos juntos en una cama. A mí no me gusta dormir como si mi matrimonio no funcionara. Los cabeceros de la cama eran de madera, de barrotes de madera con formas de carpintería fina. También las puertas eran de madera pulida. Me recordaron las puertas que ves en la sacristía de algunas iglesias viejas. Los suelos eran de baldosas parecidas a las que ponen en las terrazas de las habitaciones de los hoteles de la costa. Había dos alfombras a juego con la colcha amarillenta. Las retiré porque no me gustan las alfombras. En una esquina de la habitación nos dejaron una mesa con sus correspondientes sillones. Hay que reconocer que en el Parador de Mérida se esfuerzan por ofrecerte un cuarto acogedor. Es una pena que no sean capaces de quitarle el olor a monja de clausura.
En todo caso, os recomiendo este parador y, sobre todo, su comida. En su restaurante comimos uno de los mejores gazpachos que llegaron a mi estómago. Las calderetas extremeñas eran deliciosas. Mi chico se subió el azúcar con los higos de Almoharín. Nunca entenderé por qué le gustan los higos. Son pringosos y repugnantes.
Fecha:09:08:45 16/06/17
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Votos:no disponible.
Categorías:Viajes
Etiquetas:hoteles, alojamiento, paradores, Badajoz, Mérida
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