Hay paradores para todos los gustos. Uno de los más originales que encontré es el Parador de Gijón, un parador ubicado en un antiguo molino. Está en el Parque de Isabel la Católica, cerca de la playa de San Lorenzo.
Yo estuve con mi chico y con las niñas. Pasamos unos días muy tranquilos. Mis hijas se entretuvieron echándole de comer a los patos del estanque. Casi los matan con una indigesta de pan y de bollería industrial. Sus desayunos fueron compartidos con los patos del estanque. Había otros niños haciendo lo mismo. No sé por qué los niños siempre piensan que los patos están muertos de hambre y ellos tienen que alimentarlos.
El parador es acogedor. Tiene estancias confortables, luminosas, con grandes ventanales. Las habitaciones no son todas iguales. A nosotros nos tenían reservada una habitación con una cama de dosel. Les comenté que me hubiera gustado una habitación más moderna y nos la cambiaron por una habitación que no tenía nada que ver. Se lo agradecí. La nueva habitación tenía los suelos de tarima de madera, una gran cama digna de un hotel de cinco estrellas y una decoración clásica en colores madera. Me gustó en su estilo clásico.
Más me gustó la comida del restaurante del Parador de Gijón. Mi chico pidió la fabada asturiana con almejas. Yo me animé con una merluza a la sidra. Estaba deliciosa. Lo mismo puedo decir de los frixuelos y del arroz con leche que fue el plato favorito de mis niñas. Mis hijas son de las niñas que sólo se animan a comer con el postre. Si fuera por ellas, se alimentarían de dulces.
Os recomiendo el Parador de Gijón. Es un parador con un bonito estilo de casa bien asturiana. Te sientes como en la casa de un familiar adinerado. Te tratan bien. Yo iría sólo por los patos. Le dan mucha vidilla a un parador que no destaca por una arquitectura lujosa, como sí lo hacen otros paradores de la Red Nacional.