No tuvimos mucha suerte cuando nos alojamos en el Tryp Lisboa Caparica Mar porque el restaurante del octavo piso estaba en obras y tuvimos que ir a comer y a cenar por los alrededores. Esto no hubiera sido un problema de estar solos. Cuando vas con niños es un lio andar desplazándose. Menos mal que este hotel está a pie de playa, en una zona donde abundan los bares y restaurantes.
Me encantó nuestra habitación. Era grande y tenía una terraza casi tan grande como la habitación. El escritorio también era grande, cosa que valoro mucho porque necesito espacio para poder trabajar cómodamente. Los suelos eran de tarima de madera. Las paredes estaban libres de cuadros y pintadas de color blanco. Había un armario que llenamos hasta los topes con nuestra ropa que cerraba con puertas espejos por fuera. Me gustó que tuviera el armario espejos en la puerta porque me sirvieron para maquillarme cómodamente sin pasar horas en el cuarto de baño.
No me gustó el cuarto de baño con su bañera minúscula colocada en pelea de espacio con la pileta. Era un cuarto de baño que no podías compartir con tu pareja sin caer en una discusión. Nos dejaron muchos geles, eso sí, y las toallas estaban limpias y las cambiaban a diario.
Os recomiendo este hotel a pie de playa tanto por su ubicación como por lo simpáticos y agradables que son sus empleados. Te hacen sentir como en tu casa. Nosotros no teníamos sitio en el parking para nuestro coche cuando llegamos y nos avisaron cuando quedó sitio libre. No hacía falta porque fuera del hotel tienes sitio para dejar el coche. Lo dejamos casi siempre fuera. La zona es tranquila.
El desayuno del buffet no tiene exquisiteces en calidad tipo zumos de naranja naturales y fruta carísima, pero está bien. Tiene mucha bollería industrial que es lo que me gusta comer a mí por la mañana últimamente. Marché del Tryp Lisboa Caparica Mar con algún kilo de más gracias a los desayunos que me zampé. Comí casi por toda la familia. Mis hijas por la mañana nunca quieren comer y esto me da una hambre horrible.