Santorini es un archipiélago de islas volcánicas de cuento. No te lo crees hasta que estás allí. Nosotros lo conocimos in situ gracias a un crucero. Paró el barco en un puerto pequeño del archipiélago, un puerto con forma de luna, y bajamos a conocer aquellos pueblos y pequeñas ciudades que se apelotonan al borde del mar.
Mi marido quería subir, como otros turistas, por unas escalinatas que metían miedo. Uno de sus amigos las contó y eran unos seiscientos peldaños. Mis piernas no dan para tanto. Subimos en el teleférico con todos los miedos del mundo por mi parte. A las niñas tuve que taparle los ojos con mis manos para que dejaran de dar gritos. No era para menos: mirabas hacia abajo y veías aquellos precipicios, aquellos acantilados que debieran estar prohibidos cuando Dios o quien fuera creó el mundo.
Visitamos sólo las dos principales ciudades de Santorini: Fira y Oia. Son ciudades con casitas blancas que tienen sus puertas pintadas de color azul y las cúpulas de las casas también son azules. Como os decía, aquellos pueblos son de cuento de hadas. Si te encontraras a la princesa y al príncipe enamorados, te parecería que eran tan reales como las casas que atraen a tantos turistas.
Os recomiendo visitar Santorini, unas islas que están cerca de la Grecia continental, al sur del Mar Egeo. Es una pena que no hayan controlado el crecimiento urbanístico. En Fira las casas se apelotonan de tal manera que hacen la ciudad poco práctica. Sólo les queda construir en los acantilados. Son ciudades peligrosas si tienes niños. Yo no me imagino viviendo con mi familia en una de aquellas ciudades. Estaría en un no vivir pro si las niñas se me tiraban por un acantilado de aquellos.
Santorini está muy bien para ir de vacaciones en pareja. Sus casas me recuerdan mucho las del norte de Marruecos. Tienen un aire árabe muy marcado.