No hay país más exótico que Japón. Yo fui dos veces y las dos veces que estuve en tierras niponas me parecía que estaba en un país de Alicia en el jardín de las maravillas. No te lo crees hasta que lo ves y lo vives.
Tokio, la capital de Japón, es una ciudad tan increíble como el resto del país. Te sorprende en todos sus rincones. Y también te agobia. Hay zonas en las que te vienen ganas de gritar para que te saquen de allí. Por ejemplo, en los barrios de Shinjuku y Shibuya yo me sentí agobiadísima. En mi vida me había visto rodeada de más gente. Aquello era como una manifestación a lo bestia.
En Shibuya se encuentra el famosos cruce Scramble Kousaten, el paso más concurrido del mundo mundial. Yo fui a este barrio de Tokio sólo para verlo. Quería tener en mi haber haber estado en el punto exacto por donde pasa más gente.
Otra cosa que no debes perderte de Tokio es la panorámica del Skyline, sobre todo por la noche. Te parece de cine. Parece como si la ciudad hubiera sido diseñada para tener un Skyline tan perfecto. ¿Diseñada dije? Realmente sí está diseñada Tokio. Vas paseando de barrio en barrio y te das cuenta que Tokio ha sido distribuida en barrios. Tokio es una suma de barrios separados.
No faltan templos en Tokio. En Asakusa hay templos hasta aburrirte. Yo no entré en ninguno. Me fui directa a Koppongi, la zona futurista, mucho más interesante para una persona como yo poco interesada en la religiones del mundo. Koppongi es como un resumen de la modernidad urbanística y tecnológica. Pero la tecnología real está en Akibahara, es la zona de tecnología de Tokio.
Os recomiendo visitar esta maravillosa ciudad. Sólo pro lo que tiene de rarito vale la pena ir. Es una pena que quede tan lejos. Tienes que tener dinerito para pagarte el viaje. Yo hubiera quedado más días si mi economía me lo hubiera permitido. Espero volver.