No conocía la Bretaña francesa hasta hace unas semanas. Estuve en La Julerie
Corseul, Côtes-d'Armor (Bretaña, Francia) pasando unos días de vacaciones con mi marido, mis hijas y mis padres. Alquilamos una casita rural de un grupo de cuatro casitas viejas perfectamente restauradas. No echas de menos ninguna comodidad. Lo tienen todo, sobre todo tranquilidad. Los únicos ruidos que oyes son los ruidos normales de la naturaleza. Lo demás es silencio. Mis niñas decían que hasta daba pena hablar porque se rompía el silencio. Tenían razón.
Las casas tienen una decoración estilo casa rural que se alquila. Las casas rurales son iguales en todos los países. He visto y he estado en casas rurales muy parecidas en esta España nuestra. Paredes de piedra, techumbres de madera, paredes interiores de piedra descubierta, muebles sencillos y una bañera de las antiguas que me hizo sentir una princesa medieval. Creo que algún día pondré en el cuarto de baño de mi casa una bañera con pies de estilo antiguo. Son unas bañeras preciosas y carísimas también.
Me llamó la atención que tuvieran la piscina con agua caliente con el calor que hacía. Les pregunté y me dijeron que era la piscina de agua caliente. Debe ser que en Francia le gusta a la gente nadar en agua caliente en pleno verano. Mi marido se animó a poner en marcha la barbacoa. Le dejé hacer. Yo estaba de vacaciones no de trabajo. Nos hizo unas carnes chamuscadas que hicieron las delicias de mi padre. Está enamorado de su yerno.
No nos salieron las vacaciones en la bretaña francesa nada caras. Eso sí, muy rurales. Tuvimos a nuestra disposición hasta bicicletas para dar vueltas por los alrededores. No nos alejamos mucho. No fuéramos a perdernos. El coche lo dejamos en la zona de parking. El propietario de las casitas se vuelca con los clientes. Hasta permite mascotas. En una de las casas había una familia rusa con un perro que metía miedo.