¡¡Buenas a todos!!
Han sido varias veces las ocasiones en las que he podido disfrutar de este restaurante, tanto para comer como para cenar y os vengo a contar mi experiencia con el mismo. Os quiero hablar del restaurante O Moinho.
CARACTERÍSTICAS
El restaurante O Moinho se encuentra situado en la ciudad de Vitoria-Gasteiz aunque también dispone de otro local en Miranda de Douro, perteneciente a Portugal. Como bien podéis comprobar a través del nombre del mismo, se trata de un negocio portugués y como tal ofrece a los comensales comida típicamente portuguesa.
El local de Vitoria, del que voy a hablar, se encuentra situado en la calle Manuel Iradier, 23, su teléfono es el 945 04 36 73 y su correo electrónico es el geral@restaurantemoinho.com.
Se encuentra situado a muy poca distancia de la plaza de toros así como del centro de Vitoria, situado a escasos 5 minutos, al igual que la estación de tren o la calle Dato, entre otros atractivos turísticos.
SUS PLATOS
Como ya he dicho anteriormente, este restaurante se trata de un restaurante portugués y nos da a conocer su comida típica portuguesa en una capital vasca como Vitoria. Entre algunos de sus platos podremos encontrar: Arroz de Marisco, Robalo na Brasa, Bolinhos de Bacalhau, Entrecosto na Brasa, Bacalhau assado na Brasa com cama de Batata a Murro, Entrada de Alheira, entre otros.
MENÚS
Desde hace poco tiempo, tengo conocimiento que el restaurante se ha innovado en esto de ofrecer diferentes tipos de menús asequibles a cualquier bolsillo. Desde el menú del día, podremos probar o reservar mesa para degustar menús que van desde los 20 euros, hasta los 60 euros.
Si por el contrario, no queremos degustar ningún menú, podremos elegir diferentes platos a la carta donde encontraremos entrantes, pizzas, especialidades del chef, ensalada, platos con bacalao, pescados, carnes, pizzas dulces y postres.
Entre las bebidas a elegir, podremos degustar prácticamente de todo como refrescos, agua o diferentes vinos : tinto, crianza o blanco así, como no, otros vinos de origen portugués.
DECORACIÓN
Desde la entrada vamos a poder apreciar que este restaurante es diferente a todos los demás que estamos acostumbrados a ver. Donde más se refleja que te encuentras en un ambiente portugués, es en el comedor. En la misma entrada vamos a encontrar una barra del bar con algún adorno portugués, pero es dentro donde vamos a apreciar toda su esencia.
Todas las paredes del restaurante están adornadas con las propias botellas de vino que podemos degustar dentro del restaurante y entre ellas imágenes reales de gente portuguesa o paisajes de Miranda de Douro, la otra localidad donde tienen el otro restaurante.
Se puede apreciar la imagen de una aldeana trabajando, la iglesia principal del pueblo, un grupo de chavales bailando alguna danza típica, un señor con una vestimenta propia de allí así como también podremos apreciar utensilios de música portuguesa, el propio gallo, símbolo de Portugal y demás.
MI EXPERIENCIA PERSONAL
Recuerdo aun el primer día que acudía este restaurante y nos gustó tanto que han sido varias las veces que hemos vuelto a repetir. Os hablaré un poco en general y la experiencia de nuestra última cena, que fue exactamente el sábado pasado.
Lo que más nos llamó la atención fue la novedad de encontrar un restaurante portugués en una ciudad como Vitoria donde lo normal es encontrar restaurantes italianos que parece que es lo que está de moda y lo que más nos gusta.
Lo que más nos sorprendió fue la gran cantidad de comida que ponían en cada plato y aun y todo con la cuenta final sale más que barato. Dejando de lado la cantidad y el precio, el sabor de sus platos fue lo que más nos sorprendió. Ya empezando con que no estamos acostumbrados a la comida portuguesa, cada plato que probábamos nos gustaba más.
El local, la verdad, que está muy bien. Nada más entrar a mano izquierda nos encontramos con la barra del bar y unas pocas mesas. Este sitio es ideal para tomar algo, incluso puedes pedir algún pincho moruno que pedido así puede sonar a sencillo pero éstos no pueden estar más sabrosos, os los recomiendo.
Sí que es cierto que yo creo que tras su apertura no era muy conocido en Vitoria pero hoy en día, se convierte en imposible reservar para comer o cenar corto plazo. Con esto quiero decir que si un día decidís pasaros por allí para comer o cenar, sin haber reservado, olvidaros de poder probarlo. Tenéis que reservar sí o sí, y si es con muchos días de antelación mejor.
La parte del comedor es amplia y dispone de numerosas mesas. Algunas de ellas para parejas, para dobles parejas y otras redondas acristaladas para grupos más grandes, aunque dependiendo de la reserva, juntan mesas como es normal.
Al fondo del comedor vamos a encontrar la zona donde hacen la carne y es que está la hacen a la brasa, de ahí que les salga tan sumamente sabrosa. El pan creo que también lo elaboran ellos y es de lo más rústico, pero está buenísimo.
Las veces que hemos ido, hemos salido muy contentos pero el otro día salimos con el cuerpo un poco raro y os voy a contar por qué. Ahora os hablo del otro día.
La verdad es que ya han sido varias veces las que hemos ido directamente a cenar y nos hemos encontrado sin sitio por no reservar. También hemos llamado muchas veces y estaba todo completo. Por fin, el otro día pudimos volver.
Al realizar la reserva, nos comentaron que nos diéramos mucha prisa porque la cocina se cierra a las 23:00 horas y yo salía de trabajar a las 22:00 horas. Así que el otro día, nada más salir de trabajar allí que nos dirigimos. Comentaros que por la zona es zona azul así que para aparcar justo en la puerta vais a tener que pagar OTA, o sino, al otro lado de la Renfe, por la zona de las Universidades podréis aparcar sin problemas, no hay mucha distancia.
Total que llegamos a las 22:30 horas casi con la lengua afuera. Allí estaba nuestra mesa reservada para dos. La verdad es que nos atendió el peor camarero que nos podría atender. Hay una chica de rizos muy maja, pero esta vez nos tocó éste.
Tras sentarnos, estuvimos un buen rato sin carta ni nada. Y es que personalmente nos sentimos desatendidos porque había gran cantidad de mesas grandes, yo creo que cenas de amigos o de empresas y no nos hacían mucho caso.
Al final vinieron tres camareros diferentes a ver si ya habíamos elegido qué cenar, pero no teníamos carta. Tras dárnosla elegimos dos platos para compartir, más que suficiente porque las cantidades son grandes.
De primero pedimos una lasaña de bacalao y de segundo una pizza de marisco. La lasaña esta vez sí la recuerdo de menor tamaño que la última vez que la pedimos, que nos encantó. Al partirla nos dimos cuenta que dentro tenía setas y guisantes, cosa que la otra vez no encontramos. Aun así, estaba espectacular.
La pizza, hay dos tamaños, la normal y la familiar. La verdad que el camarero que nos tocó nos anotó la familiar sin decirle nada, menos mal que le oí a última hora y le dije que la normal. Pero no sé por qué se sacó de la manga la familiar. Bueno, en cuanto a la pizza, también estaba muy buena, muy suave y cremosa.
Lo que sí nos gustó es que al pedir el agua fría, no te traen la típica botella de 50 cl que te quedas con sed, era la grande y estaba muy buena. Sí que fue un fallo que tuvimos que pedirle pan, si no estoy seguro que no nos traen.
Nos trajeron la cesta de pan, que como os he dicho antes, el pan está fabuloso. Hubo un momento en que vino el camarero y nos preguntó: ¿Vais a querer más pan? Yo le dije que no claro, con el que teníamos era bastante. Pero para mi sorpresa nos quitó literalmente la cesta, la llenó de pan y acabó en otra mesa de un grupo de chicos que estaba cenando. Claro que no quería más pan, pero es mi pan y estoy aún cenando. ¡¡¡Que detalle más feo!!! Ésto no nos lo habían hecho nunca.
Y es que no se que pasaba el otro día o sí era el camarero en cuestión pero les noté un afán recaudatorio impresionante, como ganas de que acabáramos para dejar la mesa libre y contentar a los grupos grandes en vez de a todos.
Al final ya optamos por pedirle todo a la chica, que no puede ser más amable. De postre pedimos una tarta de chocolate y un pastel de Belem. Aquellos postres fueron impresionantes, cada cual mejor. El pastel de Belem, la crema con su toque de canela estaba impresionante y la tarta de chocolate, con su tocho de bizcocho que puede parecer que aquello está más seco que seco, todo lo contrario, estaba suave, cremoso, blandito y con un bizcocho muy jugoso.
Al final, tras pedir la cuenta, todo nos salió por 24,50 euros. De precio está genial y cenamos de maravilla. Os aseguro que ya no podíamos más.
Y es que no os he comentado pero todos los postres los hacen ellos. De ahí su gran sabor. Además hay infinidad de postres: tarta de chocolate, de queso, mousse de chocolate, tarta de galleta, pastel de Belem, tarta de Nueces, de fresa de galleta, flan, entre otros muchos.
CONCLUSIÓN
La verdad es que esta última vez han tenido algunos fallos que nunca nos había pasado y no sé si es que se encuentran desbordados de gente y no dan abasto. Siempre hemos estado muy contentos con este restaurante, por eso hemos repetido más de dos veces. Personalmente os lo recomiendo porque sé que os van a encantar sus platos.
Un saludo a todos.