La Villa Mediterránea en Xàbia, Alicante, es una casa con más aspecto de pequeño hotel que de casa rural. La fachada exterior no te hace pensar en un interior de techos con vigas de madera descubiertas. Menos te hace pensar su exterior en una decoración rural si miras la fachada que da a la gran piscina. Te imaginas un hotel pragmático del levante español.
Es un hotelito muy tranquilo. Nosotros estuvimos por allí con las niñas y con unos amigos, en unas vacaciones familiares conjuntas. Mi marido se encargó de las niñas mientras yo saboreaba el silencio de la piscina encima de una tumbona. Estaba aquello tan silencioso que podías leer sin interrupciones. Mi marido prefería las sillas tapizadas en piel de leopardo que había en la zona de la gran piscina. Yo soy de tumbona siempre. Si no la hay la pido.
Una amiga nuestra decía que se veía Ibiza desde la terraza de la villa. Yo no veía nada más que mar. Mi amiga tiene mucha imaginación. Quería ir a Ibiza y se le ponía la isla bonita en la cabeza.
Los dos primeros días que estuvimos calentaba el sol y se estaba mejor en el exterior que en el interior de la casa. El tercer día bajaron las temperaturas. Busqué refugio en el vestíbulo, cuando bajaba sobrada de tiempo para el comedor.
No es grande la Villa Mediterránea. Éramos tres familias y la ocupábamos entera. Debe tener unas siete habitaciones. Son habitaciones grandes. La nuestra era como medio piso. Tuvimos la suerte de que nos la cambiaron al tercer día por la suite que dejaron libre en el último piso.
Volvería hoy mismo. En la Villa Mediterránea te tratan más como una invitada que como una huésped. El recibimiento es maravilloso. Deberían tomar nota otros hoteles grandes y pequeños. Que la reciban a una con unas copas de cava, bombones y un manual de instrucciones para entenderte con el televisor es todo un detalle.
El cuarto de baño tenía toallas de lo más suave. Daba gusto secarse con ellas. Las amenities eran de la marca Burberrys. Lujo enmarcado por una decoración austera: mesillas sencillas, cama sencilla, unos cuadros que parecían de bazar chino bien poniendo el toque de hogar sobre los cabeceros de las camas, la luz tenue invitando a dormir apenas caía la noche.
Me gustó la Villa Mediterránea de Jávea en Alicante. Lo único que no me iba eran las vigas de madera. Odio las vigas de madera. La colcha clásica a juego con el cortinón en tonos crema-rosados me hizo sentirme con en casa de mi madre. También me hizo regresar al pasado un desayuno con zumos de naranjas recién exprimidos. Las comidas están muy cuidadas. Las elaboran con materia prima de primera calidad, siempre echando mano a los productos de la zona.