El senderismo es el deporte más sano que puedes practicar en estos tiempos de coronavirus. La última ruta que hicimos en plena Naturaleza gallega fue la de las Fragas do Eume. Casi tuve miedo. No se veía un alma por los caminos de tierra que recorren bosques envueltos en nieblas aún en verano. Son tierras, las del Eume, con cañones, gran variedad de árboles y plantas y una historia medieval más rica que la historia presente.
Con razón dicen que las Fragas do Eume son el bosque mejor conservado de Europa. El abrupto valle de profundas gargantas impresiona. En el año 1997 lo declararon Parque Natural. Es el segundo mayor de los parque naturales de Galicia tras el Xurés en Ourense. Tiene el Parque Natural de las Fragas do Eume 30.000 hectáreas.
Nosotros lo debimos recorrer entero. No andando, por supuesto. Mi marido alquiló un coche todoterreno para que servidora no pudiera protestar. Hacíamos tramos a pie y otros tramos en coche. Mi suegra también vino con nosotros. Ya conocía la zona. Por eso se llevó ropa de abrigo. Hace falta poner una chaqueta cuando te acercas al río Eume y a su gran cañón envuelto en brumas. Sólo se escuchaba el silencio y los sonidos de la pajarería que habita los bosques.
Ves plantas muy antiguas. Por ejemplo, los helechos que vienen creciendo en estas tierras desde el período geológico Terciario a la sombra de imponentes robles, castaños, abedules y alisos.
Aves hay muchísimas. Miras para arriba y parece que estás en el mundo particular de las especies voladoras. Mi marido estaba más interesado en los peces. Llevó la caña de pescar cual Adán primitivo. Consiguió que algunas truchas picaran su anzuelo. También picó el anzuelo de mi santo un pez raro. Mi suegra dijo que era un reo. Lo devolvimos al río para que le hicieran sus compañeros de aguas un entierro. Yo no como lo que no conozco.
En una charca había un grupo de ranas sonrientes. En las Fragas del Eume todos los animalitos parecen felices. Están en su salsa. Menos gracias me hicieron los reptiles. Se ven muchos cruzando los caminos sin asfaltar y alguno que hay asfaltado. Mi marido sacó fotos a las salamandras rabilargas. Son unos reptiles difíciles de encontrar en otros sitios. Mi hija mayor quería buscar más bichos reptilianos. Estaba convencida de que por allí estuvieran los dinosaurios. No encontramos ninguno. Es cierto que se han extinguido.
En el pasado debió haber vivido mucha gente por allí. Encontramos bastantes restos prehistóricos y monumentos de la Edad Media. Los Monasterios de Caaveiro y Monfero nos recordaron la dura vida monacal. ¿Qué harían las monjas encerradas entre aquellas paredes? Rezar y aburrirse.
Encontramos los primeros turistas que se cruzaron en nuestro camino en le monasterio de Caaveiro. Eran unos franceses. Nos miraron con caras de pocos amigos. Debieron haber pensado que nadie se acercaba hasta el corazón de las Fragas del Eume. Los franceses estaban haciendo la ruta de los miradores. Mi marido quiso seguir su ejemplo. Aceptamos el reto el resto de la familia y recorrimos los cinco miradores que hay en el Parque Nacional de las Fragas del Eume: Teixido. Monte Pendella, Caaveiro, Pena Cavada y Mirador da arboeira.
Os recomiendo visitar el Parque Nacional de las Fragas del Eume. Está muy bien. Es un mundo aparte. Si quieres información, te acercas al Centro de interpretación de Caaveiro y te lo cuentan todo con textos detallados y fotografías. Lo mismo hacen en el Centro de Interpretación de Monfero y en el Centro de Interpretación de A Capela. En A Capela tienen un Museo Etnográfico interesante.
Nosotros pasamos de centros de interpretación. Mi suegra propuso interpretar nosotros las Fragas del Eume. Fuimos a nuestro aire, sin explicaciones teóricas ni recomendaciones que, tal vez, nos hubieran hecho falta. Yo reconozco que pasé miedo. La madre de mi marido se está convirtiendo en una señora muy audaz. Se metía en el río como una exploradora. Temí que la llevara la corriente. Afortunadamente, la tenemos aún con nosotros. Nuestra vida sería muy aburrida sin ella.