El Parador de Soria parece la casa de Antonio Machado. Entrar en el edificio y ver los dibujos del famoso poeta con sus versos por todas las paredes no te deja indiferente. Por eso hemos ido varias veces. Mi marido quedó entusiasmado.
Desde los ventanales de nuestras habitaciones pudimos disfrutar de maravillosas vistas del río Duero. Estábamos en plena naturaleza soriana. Los abundantes árboles que rodean el parador hacen que te sientas en el paraíso terrenal.
En el interior encuentras mucha madera de pino. En la restauración del Parador no gastaron mucho dinero en lujos. Prefirieron optar por una decoración sencilla, centrada en su vecino más célebre.
Casi se podría decir que hay un exceso de fotografías del escritor. Yo no tengo tantas fotos de mi marido enmarcadas en mi casa. Por eso, en sucesivas visitas, te cansa la misma cara repetida hasta la saciedad.
El restaurante del parador nos tuvo de clientes todos los días de nuestra estancia. A mí me conquistó con exquisitos platos de la gastronomía soriana de toda la vida: sopas de ajo a la soriana, muchas alubias, unos asados de cordero de la tierra que enamora y las fantásticas migas.
Ni que decir que engordé un par de kilos. Las migas tuvieron la culpa. Mi marido también regresó con exceso de peso. Se pasó un poco comiendo cordero. Mis hijas se apuntaron más a los postres. Son dos niñas muy golosas.
Os recomiendo el Parador de Soria. Es un alojamiento tranquilo en una provincia de la España despoblada. La zona del parador se presta a la práctica del senderismo. Fue lo que hicimos nosotros: andar, andar y andar. Aún así engordamos un poco.
En la recepción del Parador de Soria nos recomendaron un viaje en canoa por el río Duero. Me aterró la ida. Soy bastante miedica. Mi marido se habría apuntado, pero no quiso preocuparme. Es un cielo.
El Parador de Soria nos ofreció una estancia rural ideal. Su oferta de buena comida, silencio, aire puro y versos de Antonio Machado merece un notable alto.