Mallorca es más que masificación de turistas, sobre todo, en verano. Tuve la ocasión de conocer otra Mallorca en un viaje que hicimos por su zona rural y por sus playas más bonitas. Fue descubrir una Mallorca que enamora. Hubo momentos que nos preguntábamos si realmente estábamos en una de las islas más visitadas de España.
Fue adentrarse en un mundo de pueblecitos, calas y playas salvajes con las aguas color turquesa del Mediterráneo más limpio. Era un placer acostarse al sol por la tarde en la playa, dejando que el astro rey tostara tu pie. También era un placer leer el último libro del verano sentada en una hamaca junto a la piscina mientras las niñas nadaban como sirenitas. Mayor placer aún era subir a la terraza al anochecer para ver una puesta de sol divina abrazada a mi marido.
Me encantó visitar la isla a través de pequeñas islitas, aprovechando las distancias cortas para hacer un recorrido muy completo en apenas una semana de vacaciones.
Nos alejamos de la ciudad y sus ruidos para adentrarnos en las carreteras que van por planicies salpicadas de pueblecitos. Bajamos del coche para hacer senderismo en pequeños bosques de pinares y encinas. Llegamos a la parte sur de la sierra de la Tramontana, vimos el cabo Formentor.
No debes perderte los acantilados. Quitan el hipo. Son verdaderamente abruptos hasta el faro que los corona. Me recordaron la zona de Finisterre en Galicia. Esta parte de la Mallorca distinta tiene más turistas.
Dejamos el jolgorio atrás y llegamos, tras una hora de coche, a la playa de Muro. Es preciosa. Su amplia bahía está rodeada por picudas montañas de color marrón que cortan incisivos cabos.
Me sorprendió lo fina que era la arena de la playa de Muro. Saqué las sandalias para disfrutarla. Mi marido decía que era una locura lo que estaba haciendo. Temía que hubiera algún cristal escondido en la arena. Yo no temía nada. Solo sabía que tenía que darme el placer de caminar sobre un arenal tan suave como el terciopelo.
Los hoteles están cerca de esta playa. Cruzas un pequeño bosque de pinos y encuentras establecimientos hoteleros de distintas cadenas. Pero te obligas a olvidarte del ladrillo para seguir disfrutando lo mejor de la isla más grande de las Baleares.
Mi marido y yo cumplimos nuestro deseo de darnos un chapuzón en el mar cuando cae la noche. Hace calor aún. Salimos del agua y vamos a tomar un helado porque no nos apetece otra cena.
Nos alojamos en un hotel que está tras la pantalla de pinos de la que os hablé. Despertamos pronto y podemos ver desde la ventana de nuestra habitación como el sol va apareciendo entre los cabos bien tempranito.
Os recomiendo visitar los sitios menos turísticos de Mallorca. También os recomiendo hacer el viaje con tiempo. Quedé con ganas de recorrer el sur de la isla en plan tranquilo y relajado.