Acerca de:Cisne negro [Darren Aronofsky]
Ventajas:las sugerentes imágenes utilizadas en ocasiones para describir el estado mental de Nina
Desventajas:resulta una película un poco reiterativa y sobre-explicada
Introducción

Con toda seguridad, se trata de una mala costumbre. Pero cuando llega un viernes en el que se estrena una película que me apetecería ver en el cine, no puedo evitar leer las reseñas de los principales periódicos; y sólo a través de un esfuerzo supremo de voluntad consigo reprimir el impulso de visitar alguna de las webs especializadas en crítica cinematográfica para buscar información adicional sobre el título en cuestión.
Digo que es una mala costumbre porque todo lo que averigüemos de una película antes de sentarnos en nuestra butaca frente a la gigantesca pantalla de unos multicines cualesquiera, contribuirá a generar un estado de expectación que, irremediablemente, distorsionará nuestro ulterior juicio sobre el film.
El primer visionado debería ser siempre virginal si pretendemos gozar al máximo con todo lo positivo (y encolerizarnos ciegamente con todo lo negativo) que el producto nos ofrece. De este modo, además, podremos engañarnos a nosotros mismos pensando que estamos un paso más cerca de la objetividad absoluta. Pero en mi caso particular, es algo superior a mis fuerzas.

Así que, fiel a mi costumbre, a lo largo de la mañana del pasado viernes 18 de Febrero estuve recolectando un poco de información (sólo un poco, lo prometo) acerca de Cisne Negro, el título más reciente de Darren Aronofsky. De manera que cuando, por pura casualidad, me encontré adquiriendo cinco entradas para ver la película en unos cines situados en un complejo comercial cercano a mi domicilio, dos cuestiones flotaban en mi mente con toda claridad. ¿Sería la actuación de Natalie Portman tan brillante como para convertir el anuncio de la ganadora del Óscar a Mejor Actriz Principal en un mero trámite? y ¿Lograrían esos supuestos tramos de terror surrealista alcanzar el nivel de impacto del gran David Lynch?
En efecto, estas eran las cuestiones principales en torno a las cuales se ordenaban casi todas las reseñas que revisé. Sin embargo, curiosamente, ninguna de ellas recogía una sinopsis decente de la película. Por tanto, ruego que me permitáis esta tonta “primicia”.

Argumento

Nina (Natalie Portman) es una inocente muchacha que lleva trabajando varios años como bailarina en una compañía de ballet de Nueva York, a la espera de un papel protagonista en alguno de los montajes.
Su oportunidad llega cuando el director, Thomas Leroy (Vincent Cassel), decide apartar del estrellato a la otrora brillante Beth MacIntyre (Winona Ryder) por motivos de edad y ofrecer a Nina el papel principal en su famosísima versión de El Lago de los Cisnes.
A pesar de su alegría, Nina no tarda mucho en sentir la presión del nuevo reto profesional, ya que El Lago de los Cisnes requiere que la protagonista interprete al cándido Cisne Blanco y también al lujurioso Cisne Negro. Y si bien la muchacha nunca ha tenido problemas con el Cisne Blanco, no se ve en absoluto capaz de meterse en la piel del Cisne Negro.
La ominosa influencia del Thomas y la asfixiante forma de ser de Erica (Barbara Herschey), madre de Nina, no harán otra cosa que acentuar el estrés de la muchacha, quien no sólo comenzará a sentir celos de su compañera Lily (Mila Kunis), ya que se trata de un perfecto Cisne Negro, sino que también experimentará la fragilidad de la frontera entre cordura y locura.

Dirección y Fotografía

Con esta película ocurre lo que sucede siempre que nos topamos con un director que presume de tener una personalidad y estilo propios: los primeros detalles que llaman la atención tienen que ver con ciertos movimientos de cámara y con la fotografía.
En este caso, Darren Aronofsky deja claro desde el primer instante (esa secuencia onírica de baile) que absolutamente todo lo que veamos a lo largo del film estará tamizado por la psique de Nina. Es decir, lo contemplaremos todo bajo su punto de vista. De ahí la utilización tan abundante de planos cortos de Natalie Portman y esa dirección tan temblona en los momentos en que la muchacha quede embargada por emociones poderosas como el miedo, la ira o la extrema ansiedad.
Esta particular forma de narrar ofrece al espectador grandes alicientes como, por ejemplo, la posibilidad de contemplar una coreografía de ballet desde un prisma altamente realista, pero también puede brindar alguna desventaja, como la sensación de mareo que nos domina cuando los movimientos de cámara se vuelven demasiado frenéticos. En mi opinión, contemplar a una chica paseando por una calle oscura antes de cruzarse con una desconocida no debería adornarse con tanta parafernalia parkinsoniana, pues la ambientación ya transmite de sobra los sentimientos de la protagonista.
La fotografía, por su parte, cumple con la función de acerca a Nina al público, de un modo casi tan literal como esos planos cortos que acabo de mencionar. El elitismo que pudiera transmitirnos la profesión de bailarina de ballet queda anulado por el marcado realismo e imperfección de unas imágenes tremendamente granuladas. Y, a medida que avance la película, caeremos en la cuenta de que el mundo interior de la protagonista se revela tan crudo y tétrico como la mayoría de ambientaciones propuestas.

Guión

El guión de Cisne Negro posee un original planteamiento. Al fin y al cabo, el mundo del ballet profesional no es un argumento demasiado explorado en las producciones de estos últimos años. Así que la cosa arranca bien, con una Nina perfectamente definida en sus contrastes: inocente, aunque hambrienta de triunfo (atentos a la escena del robo en el camerino de Beth); casta, aunque con una sexualidad incipiente (a mi entender, ese sarpullido puede interpretarse como un síntoma de “los primeros picores” de la muchacha); con gran capacidad de trabajo y sacrificio, aunque incapaz de expresarse espontáneamente.
Su conflicto, que otorgará sentido al conjunto de la filmación, queda expuesto de modo muy claro y elegante como producto de dos fuerzas opuestas.
Por un lado, Erica desea que Nina nunca deje de ser una niña plena de pureza e ingenuidad porque así nunca dejará de necesitarla. De ahí la interesante ambivalencia hacia el triunfo de su hija que se advierte en el personaje de Barbara Herschey.
Por otro lado, Thomas Leroy anhela que Nina abrace su sexualidad naciente para que aprenda a transmitir la lujuria característica del Cisne Negro y también para que su mente quede libre de instancias reprimidas y se permita ejecutar gestos coreográficos relajados, espontáneos, sorprendentes, creativos…

Sin embargo, estos excelentes mimbres pierden frescura en poco tiempo debido a lo simple y, aún así, sobre-explicado de la propuesta.
En el primer tramo de la película aprendemos que el Cisne Blanco es sinónimo de doncellez, mientras que el Cisne Negro se identifica con sensualidad. ¿De verdad es necesario subrayarlo a cada momento mediante el color del vestuario de Nina y Lily, escenas de masturbación, escarceos sexuales variaditos y cansina repetición del argumento de la obra de Tchaikovsky durante los ensayos de la compañía?
Asimismo, cuando Nina se cruza con su doppelgänger en el callejón tenemos bien claro que la parte oscura de la muchacha ha iniciado su particular pugna hacia la superficie. ¿Por qué insistir tanto, entonces, con las escenas de espejo en las que el reflejo parece adquirir cierta autonomía? Stevenson, Stoker, Poe y Hoffman no me parecen referencias desconocidas, la verdad.
Y nada más ver a Lily, a todos nos queda meridianamente cristalino que se trata de un Cisne Negro hecho carne. Por tanto, ¿qué aporta a la historia contemplar cómo se pone hasta el culo de alcohol y drogas en una discoteca? De hecho, ese conjunto de escenas en particular me pareció el punto más burdo y prescindible del film.
Bueno, creo que ya pilláis por dónde voy.

Como decía un poco más arriba, la película se va desinflando poco a poco a raíz de estas molestas reiteraciones, alcanzando su nadir en el bar de copas. A partir de ahí, el metraje se nos antojaría excesivo si no fuera porque Aronofsky apuesta por añadir a ese guiso llamado Cisne Negro un surtido de sustos y toques de terror surrealista para ilustrar mejor la escisión de la psique de Nina.
Precisamente estos condimentos propiciaron la comparación entre el film que nos ocupa y la obra de Lynch que recogían varias de las reseñas consultadas, pero, en este extremo, más vale rebajar las expectativas a fin de evitar disgustos.
Y es que mientras el director de Montana consigue acongojarnos utilizando tan sólo el timbre de un teléfono en medio de una casa vacía, merced a sus enloquecidas atmósferas, Aronofsky se decanta por sustos más convencionales (cambio repentino de plano, golpe de sonido y aparición súbita de algo) y racionalmente derivados de lo que ya sabemos de los personajes como, por ejemplo, el instante en que Nina percibe a su propia madre como un monstruo. Este enfoque da como resultado un manejo del terror demasiado blandito, capaz de impresionarnos más o menos en la sala de cine, pero insuficiente para trasladarse a nuestras pesadillas. Una lástima.

Sin embargo, a pesar de todos estos defectos de desarrollo, la película recobra el pulso en su parte final, cerrándose con un último tramo narrativo muy destacable que, con independencia de lo visto anteriormente, nos dejará buen sabor de boca.

Actores

Y ahora que ya he explicado, entre otras cosas, los matices profundos de algunos personajes, llegó la hora de juzgar el trabajo de los actores.
Winona Ryder no tiene demasiado tiempo para lucirse…aunque tampoco creo que le haga falta, pues su presencia parece justificarse más por su trayectoria vital que por sus dotes actorales. Es como cuando ruedas una peli de terror y muestras a un vampiro. Con que un personaje diga “es un vampiro”, basta. Ya no hay que explicar que le temen a los crucifijos, que la luz los mata y tal. Como decía antes, Cisne Negro parte de unas premisas simples y (demasiado) bien explicadas. Y en lugar de dedicar unos minutos a perfilar el personaje de una muchacha destrozada al ver desvanecida su fama, Aronofsky decidió contratar a la Ryder. “Mira, es Winona”. Punto y final. Aún así, la chica no desentona.

Mila Kunis no pasa de ser un florerillo destinado a poner cachondo al sector masculino de la audiencia, sobre todo en sus apariciones junto a Natalie Portman. Por lo demás, se limita a poner morritos, cara de golfa en ocasiones y cara de mala en otras. Cuando intenta actuar como una chica normal (felicitando a Nina en el entreacto del estreno de la obra sobre la cual gira toda la película) no resulta nada creíble.
Su participación también sirve, además de para demostrar que se puede encarnar a una bailarina de ballet sin hacer ni el amago de dar unos pasos de baile, para sumar otra escena lésbica a su currículum después de la perpetrada junto a Zoe Saldana en After Sex. Oye, cada uno se especializa en lo que quiere, ¿eh?

La presencia de Vincent Cassel aporta ese irresistible encanto del madurito un poco canalla, aunque su interpretación se percibe como bastante plana. A pesar de que sus acciones indican que el principal objetivo de su personaje no es acostarse con Nina (te invito a mi casa, pero te echo; te beso, pero me voy), no logra transmitir una sincera actitud docente por debajo de ese aire sinvergüenza ni siquiera cuando le dice a su pupila eso de “la única persona que se interpone en tu camino, eres tú”.

Barbara Herschey, por el contrario, borda su papel. Con un aspecto un poco distinto al que nos tiene acostumbrados, la actriz recrea a la perfección a un ser que entiende a su hija como nadie y la ama por encima de cualquier otra cosa, pero con un punto desequilibrado (quizá debido al abandono de su pareja) que ha imposibilitado la crianza de una descendiente sana y normal.

Para terminar, tenemos a Natalie Portman. Como ya sucediera con el tema de la comparación con David Lynch, las reseñas elevaron mis expectativas hasta el punto de creer que la israelí hacía en Cisne Negro no sólo la mejor actuación del año, sino también de los últimos dos o tres lustros. Y, sinceramente, no hay para tanto.
De hecho, el único mérito que le encuentro a su trabajo es su magnífica habilidad para meterse en la piel de una bailarina de ballet profesional. Durante el visionado del film, jamás pensamos que estamos contemplando a una actriz haciendo de bailarina, sino que aceptamos sin reservas que esa muchacha lleva toda la vida bailando ballet. Con el tutú puesto, su expresión corporal es inigualable…y no sólo eso: perfecta.
Sin embargo, en el resto de escenas, que dicho sea de paso, conforman el grueso del metraje, la exigencia del papel baja sobremanera. Aún así, Portman cumple con su cara de asustada, cara de miedo, mirada malévola y gesto de “lagrimones-como-huevos-asomando”, pero su presencia en ciertos momentos resulta un poco ridícula debido a que personaje y actriz se llevan de diez años para arriba. Y eso no se suple con oficio.

Música

Se trata de una partitura compuesta por Clint Mansell, aunque fuertemente basada en el Lago de los Cisnes, de Tchaikovsky. Según explicó el propio compositor, la decisión de mantener en todo momento esta referencia obedecía a la necesidad de subrayar la obsesión de Nina con la representación de esta obra (el punto de vista de la muchacha se hace omnipresente, ¿recordáis?).
Aunque Mansell hace lo que puede por acomodar la banda sonora a las diversas tonalidades dramáticas del film, el excesivo respeto por las cualidades sinfónicas de la producción del genio ruso genera un efecto curioso. En no pocos momentos de Cisne Negro, la música desborda a las imágenes provocando, por contagio, cierta sobrevaloración de la película.
Esta cinta, aunque meritoria, está lejos de ser un largometraje perfecto. Pero, claro, escuchar variaciones de la bellísima música de Tchaikovsky a lo largo de cien minutos produce un estado de sugestión que, combinado con el poderoso final y otras virtudes del film, nos lleva a pensar, cuando alcanzamos la puerta de salida de los cines, que acabamos de contemplar la obra cinematográfica más grandiosa jamás realizada. Y no es así, oiga. No lo es.

Influencias

Claro que esto no quiere decir que el producto de Aronofsky esté huérfano de puntos positivos. En estos tiempos que corren, es refrescante encontrar que una major como Fox Searchlight Pictures presta apoyo a algo como Cisne Negro: un thriller psicológico con un auténtico enfoque psicológico de fondo que hace un uso extensivo de imágenes sugerentes para describir el estado mental de la protagonista y que descarta recurrir a persecuciones y escenas de acción desenfrenada en pro de la exposición de un proceso de degradación mental narrado de modo gradual, verosímil y contundente.
Para ayudarse en esta complicada tarea, el director se apoya en otros largometrajes de distinta época y origen que pueden resultar tanto o más valiosos desde el punto de vista artístico que este que nos ocupa.
Para empezar, aparece Perfect Blue, opera prima de Satoshi Kon, que no sólo comparte con Cisne Negro la exploración de cuestiones relativas a la búsqueda de la fama, la influencia de ésta sobre el propio equilibrio mental y un uso del doppelgänger con similares intenciones, sino que las escenas que muestran los viajes de Nina en metro parecen haber sido filmadas tomando la animación del desaparecido señor Kon como un story-board no premeditado. Impresionante.
En segundo lugar, tenemos La Mosca, de Cronenberg. Esta cinta, a su modo ultra-asqueroso, ya identificaba deterioro corporal con destrucción mental y moral. La fijación de Aronofsky por sarpullidos, piernas rotas, uñas sangrantes, plumas sueltas y puñaladas en la cara remite a esta referencia clásica del cine de terror.
Por último, no podemos olvidar Mulholland Drive, by David Lynch. De este excelente film parece tomarse ese excitante ambiente lésbico, la identificación del mundo de la farándula con un monstruo ávido de doncellas tiernas y una atmósfera ciertamente surrealista aunque, como ya he explicado en otra parte de esta opinión, en Cisne Negro se perciba como bastante descafeinada.

Temas

Temáticamente, la película resulta riquísima y deslumbrante. El desarrollo de la sexualidad, el paso de la niñez a la adultez, la necesidad de que los padres mueran (al menos de manera simbólica) para que los hijos triunfen, la estrecha relación entre genialidad y locura, la extrema dificultad de la producción artística, el cuidado que hay que poner a la hora de desear ciertas cosas por si acaso dichos deseos llegaran a cumplirse, la absurda búsqueda de la perfección, el destructivo poder de la fama o la cualidad efímera inherente a ésta son tan sólo algunos de los asuntos explorados.

Conclusión

En resumen, Cisne Negro debe verse como un soplo de aire fresco dentro del panorama actual del cine hecho dentro del mainstream de Hollywood. Sin embargo, la fijación de su director por hacer que todo quede bien clarito, lo estereotipado de algún personaje (y alguna interpretación) y lo relativamente inocuos que resultan los elementos terroríficos, dejan el cómputo global en un Bien Bajo. O un Notable Alto, como gustéis.
Fecha:22:51:18 25/02/11
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Categorías:Ocio y cultura