En nuestro viaje a Segovia, hace unos años, y dentro de la programación de cosas o lugares para visitar, entraba por supuesto la Casa-Museo de Antonio Machado, poeta de Castilla, que nos dejó el legado de sus poemas profundos y desgarradores, así como otras muchas vicisitudes de su vida. Todo esto le valieron el reconocimiento y el honor de ser un representante de la Generación del 98, autor entre otros de nuestra insigne literatura española.
La casa-museo de Antonio Machado está muy cercana a la catedral y en el corazón de la ciudad antigua. Vivió bastantes años en ella. Segovia, en agradecimiento a este hombre insigne de su sociedad, quiso conservar la casa con todas sus pertenencias tal y como Antonio Machado la tenía. Así, se aprecia el mismo ambiente natural y modesto que él supo crear. Todo se conserva intacto, todo lo que representó o formó para de su vida y la de su esposa Leonor. El Museo de Antonio Machado, conserva todas las cosas antiguas de esa época y que fueron testigos de las escrituras del poeta.
El Museo es de lo más natural, modesto y de lo más estricto. Representa exactamente la vida sencilla de este hombre que le gustaba “morir ligero de equipaje”. Pero si bien asombra por la sencillez, no paso lo mismo en cuanto a sobriedad y armonía. Quizás el ambiente que se respira, unido a las palabras del guía que va explicando poco a poco retazos de su vida, lo cierto es que todo invita a la relajación a soñar con sus versos, donde iba plasmando sus vivencias, sus afectos.
Durante la visita que realizamos por toda la Casa-Museo, fuimos conociendo su vida, su obra, escrita con el corazón, como a él le gustaba; la cual le valió para adquirir toda la admiración y devoción de los segovianos, que se palpan en los fuertes lazos que une a esta ciudad con su personaje.
La construcción de la casa es sencilla, una planta irregular y modesta, lo más común de aquella época. La entrada a la casa en atravesando una verja que da al patio delantero, las viejas parras en el patio, árboles y un busto en piedra, obra de Pedro Barral, semicubierto por la hiedra, los muros desnudos, la modesta cocina de hierro, el largo y bajo pasillo, el comedor común.
En la casa se conservan intactos los espacios, muebles y enseres con los que convivió el poeta: En el dormitorio también se conservan sus muebles sencillos y una estufa de petróleo que compró para combatir los fríos y crudos inviernos segovianos, algo que no te cuesta de imaginar, pues si nosotros fuimos en mayo y aún hacía frío, me pregunto qué debe ocurrir en pleno diciembre.
Además, y durante la visita, pudimos ver en el interior del museo varios retratos de Antonio Machado, colección de recuerdos, dibujos y retratos del poeta. Recuerdos y reconocimientos de otros personajes ilustres hacia el poeta, tales como ilustres artistas como Picasso, Azorín, Álvaro Delgado, etc.
No obstante, para mí lo mejor fue descubrir la propia obra del poeta, sus libros a los que imprimió sus palabras bellas palabras, sus sentimientos. Muchos ya los conocía, pero con todo, me gustó recordarlos y pensar en los sentimientos que le embargaron a la hora de escribir poesías como “El olmo seco”. Canto sencillo de amor por la mujer amada, Leonor, su esposa, enferma de tuberculosis, y a quien no pudo rescatar de las garras de la muerte, ni aún con su continua dedicación.