Hola amigos de Xakia:
Praga, la capital de la República Checa (antes República Socialista de Checoslovaquia), es la gran espinita que tenemos clavada. Porque fuimos a visitarla en una ocasión y no pudimos ver casi nada. Ahora os contaré por qué.
Eran nuestros primeros años como casados y en nuestros viajes anuales alternábamos destinos en España y extranjero. Habíamos ido a Roma en el viaje de novios y dos años después visitamos Londres. Ya en Londres teníamos claro que la siguiente salida al extranjero sería Praga. Y así fue. Tres años después de Londres, en 2000, contratamos un viaje a Praga de una semana de duración. Nos íbamos a alojar en el Hotel Parkhotel, hacia el norte de la ciudad, pero próximo al centro y bien comunicado por un par de líneas de tranvía. Nuestra idea era la de conocer Praga por nuestra cuenta, ya que soy capaz de defenderme aceptablemente en inglés, y teníamos pensado contratar al menos dos excursiones fuera de la ciudad, una de las cuales sería a Karlovy Vary.
Llegó el mes de agosto, y volamos a Praga, vía Frankfurt. En Praga, se produjo la primera incidencia negativa del viaje, ya que una de las maletas se había quedado en Frankfurt. Hicimos la pertinente reclamación en el aeropuerto de Praga y fuimos al hotel algo disgustados, porque buena parte de la ropa se había quedado en Alemania, pero confiando en que aparecería al día siguiente. Ojalá hubiera sido ése el único problema del viaje.
Ese primer día iniciábamos por la mañana con una visita panorámica de la ciudad que teníamos incluida en el viaje. En primer lugar nos llevaron al barrio de Malá Strana, y visitammos la vistosa iglesia barroca de San Nicolás. Después nos dispusimos a cruzar el célebre Puente de Carlos sobre el río Moldava, con sus esculturas. Animadísimo de gente y con muchos pintores y vendedores de recuerdos. Desde sus barandillas se podían apreciar las mejores vistas de ambas orillas del Moldava, con el Castillo en lo alto de la montaña Hradcany, en la otra parte la Staré Mesto (Ciudad Vieja). Nosotros, como os podéis imaginar, ilusionados y frotándonos las manos pensando en todo lo que íbamos a ver, bien pertrechados con la cámara de fotos y estrenando nuestra primera cámara de vídeo . Hacía un buen día de sol pero soplaba algo de viento. Llevábamos gafas de sol, pero en eso mi mujer se quejó de que algo le ha dado en el ojo. Casi de inmediato empezó a quejarse de un dolor que a los pocos minutos era ya insoportable. Le dijimos a nuestro guía que necesitábamos que la viera un facultativo. Nos dieron unas señas y en la Plaza de la Ciudad Vieja, ante nuestro asombro, nos dejaron solos. Andando por las calles de Praga buscando un consultorio de la seguridad social checa y medio chapurreando en inglés preguntando la dirección. Mi mujer no podía ver nada y yo, aunque sí podía ver, no podía prestar la atención debida a todo lo que nos rodeaba ya que mi prioridad era encontrar el consultorio.
Por fin tras varias peripecias, y tras cruzar parte de la avenida Vaclavske Namesti y girando después a la derecha por una calle bastante larga cuyo nombre no recuerdo, fuimos capaces de encontrar el dichoso consultorio. La atendieron, le taparon el ojo y le dieron un colirio, pero le dolía mucho. Se nos vino el ánimo al suelo ya que así no era posible disfrutar del viaje por lo que decidimos volver a España. Lo arreglamos todo y al día siguiente en un vuelo volvimos tristes a Valencia vía Madrid. Afortunadamente, algo bueno pasó dentro de aquel maldito día y es que apareció la maleta que se había perdido. Nos devolvieron el dinero de las noches de hotel que no estuvimos pero perdimos el dinero del vuelo de vuelta que no hicimos. De lo que pasó con Iberojet prefiero no hablar.
Y así, de esta forma tan dolorosa, se acabó nuestra corta estancia en Praga. Ni Castillo, ni Plaza Vieja, ni Moldava, ni Karlovy Vary, ni cervecerías, la mala suerte nos impidió ver prácticamente nada de Praga, pero pudimos apreciar aunque fuera sólo durante unas pocas horas el encanto especial de esa ciudad. Esa espina la seguimos teniendo clavada desde hace 11 años, y ojalá algún día podamos quitárnosla de encima.
Y por lo poco que vimos sin duda Praga es una ciudad preciosa, llena de encanto y de rincones entrañables, merecedora al 100 % de ser visitada. Además, al menos en el año 2000, parecía ser una ciudad de precios asequibles a nuestro poder adquisitivo.
Lamento no poder hablaros más de Praga, pero espero algún día poder ampliar mi opinión sobre esta ciudad.
Gracias a todos por la atención y un saludo.