El Restaurante Maristo está en la calle Pelayo, 23 de un pueblecito que se llama San Vicente del Raspeig en Alicante.
Es un restaurante de decoración casi de bar de barrio. Paredes blancas, mesas de madera para cuatro comensales cubiertas con manteles blancos impecables, sillas de madera de estilo antiguo, luces tenues. Lo único que lo diferencia de un bar de barrio en su decoración son unas telas en blanco y negro que cuelgan en la pared a modo de cuadros y que recuerdan a los velos. No me gustaron nada. Le daban un aire algo fúnebre al local.
Cuando nos pasaron la carta, opté por el menú Maristo y casi me arrepiento de haberlo pedido al ver ante mí un plato de marisco hervido ideal par auna persona a dieta, no para mí. Los ibéricos que me trajeron a continuación me pusieron el paladar a tono. Estaban muy buenos. Me encantaron los pimientos de piquillo rellenos. Mi marido, en cambio, los encontró un poquito picantes. Para gustos colores. La ensalada quitaba el hambre para dos días porque tenía de todo. Yo que soy de comer una lechuga con algo de bonito y poco más, la encontré algo fuerte.
No sales con hambre. Las raciones son generosas, sobre todo la de arroz abanda que nos sirvieron después de la ensalada.
En cuanto a bebida, mi marido pidió un vino Rioja de crianza. Yo regué mi comida con cerveza sin alcohol.
La sorpresa más grande la tuvimos cuando pedimos que nos cobraran: ¡70 euros por cabeza! Casi nada. Habíamos pedido postre y café, pero aun así, me pareció que se habían pasado cuatro pueblo. El postre que yo pedí fue un flan casero y mi marido se contentó con una leche frita flambeada.
Es un restaurante muy caro.