La visita a la Cosmocaixa fue bastante decepcionante para mí. Yo me imaginaba un museo de las ciencias eminentemente interactivo, donde poder comprobar todos esos conceptos que estudias en clase.
Menos mal que fuimos en domingo, que la visita es gratis.
Aprovechando que no pagamos entrada, decidimos desayunar en la cafetería. No lo hagáis: 8 euros por un café malísimo y dos pinchos. Caro no, lo siguiente.
Ya con el estómago lleno y el bolsillo vacío, nos dispusimos a disfrutar de la visita, y es que nos habíamos desplazado hasta allí exclusivamente para verlo, que no está de camino a ninguna parte. Bueno si, en la subida al Tibidabo, donde no íbamos a ir.
A la exposición sólo le pongo pegas. Es muy básica y no hay nada que no puedas encontrar en otro museo de este tipo, lo cual me parece vergonzoso en una ciudad como Barcelona. La mayor parte del museo está dedicado a exposiciones sobre evolución o el cuerpo humano, pero poco para tocar.
Lo único que me gustó y me pareció original fue el bosque animado, una reproducción de un ecosistema de un bosque húmedo, con animales y todo. Hay aves, anfibios y supongo que algún pez, además de árboles y plantas.