El Hotel La Quinta Roja en Garachico, Tenerife más que un hotel es una casa grande y no demasiado grande. Estás como en la casa de tus abuelos de la aldea: en familia. El hotel sólo dispone de 20 habitaciones.
Lo que no le faltan son comodidades. En este pequeño hotel tienes cafetería, restaurante, bar, unas pequeñas salas para reuniones y conferencias.
Nosotros estuvimos allí porque se casaban unos amigos nuestros. En el Hotel La Quinta Roja sólo nos alojamos los testigos del enlace y los novios. El resto de invitados tuvo que buscar otro alojamiento porque allí sólo había diez habitaciones libres.
Pese a ser un hotel pequeño estuve como en un hotel de más renombre. Tenía todas las mañanas el periódico gratis en mi habitación y una conexión wi fi mucho mejor que la que tengo en casa.
El hotel tiene una decoración muy rústica. Mucha madera en suelos y techos, paredes con la piedra dejada tal cual en las habitaciones, mobiliario que parece sacado de una casa de campo. Esto tanto en las habitaciones como en las zonas comunes. El bar era una tasca tal cual.
Nuestra habitación tenía unas preciosas vistas al pueblo, con las montañas al fondo y una iglesia pintada de blanco que daban ganas de ir a confesarse. Pero no todas las habitaciones eran iguales. La que le tocó a mi suegra tenía la ventana tan alta que era imposible asomarse a no ser que te subieras a una escalera. Desde allí nadie se tiraba al vacío.
El cuarto de baño era un poco más moderno. Tenía un espejo que me recordaba un poco al espejo de las peluquerías. Los sanitarios se veían nuevos y la ducha funcionaba bien.
Lo que pasa en Canarias es que el agua del grifo no es gran cosa. Te lavas la cabeza y te queda el pelo como grasiento. Yo utilicé las botellas de agua mineral que nos dejaron en nuestra habitación para hacer un aclarado a mayores. Lo hago siempre que estamos en las islas afortunadas: me aclaro el pelo con agua mineral.