El Express by Holiday Inn Girona, Salt, es un hotel que está al lado de un centro comercial en el que yo me dejé la tarjeta de crédito de mi marido. Soy una turista de compras como dice siempre mi santo esposo.
Es un hotel sencillo, pero cómodo. A nosotros nos dieron una habitación lo suficientemente grande ara que cupiéramos nosotros y las niñas sin sentirnos como sardinas en lata. Las camas eran cómodas, teníamos un buen televisor de plasma con un montón de canales, unas vistas excelentes desde la ventana al parking del centro comercial, un armario grande... Por usar la caja de seguridad cobraban extra.
Me resultó muy útil una especie de tetera que nos dejaron con infusiones. Yo soy muy de infusiones y prefiero prepararlas yo. La tetera también me sirvió para preparar los biberones de Pula y sus potitos.
El cuarto de baño tenía la misma sencillez que la habitación. Había un dispensador de gel al lado de la ducha que resultaba cómodo cuando te estabas duchando. Yo le quité el gel que tenía le puse del mío. Nunca uso geles y ni champús de los hoteles. El secador del pelo podía haber funcionado un poco mejor. Iba lento.
No nos gustó el desayuno. Era escaso y tenía productos de supermercado barato. Mucha bollería industrial. A mis hijas le encantaron las napolitanas de crema. Eran las mismas que les compra su abuela en el Mercadona. Los zumos eran de cartón y no estaban muy frescos. El fiambre eran cuatro lonchas contadas. Los yogures escaseaban. Conseguir dos para las niñas me costó una bronca de una señora que quería cogerlos ella también.
Fuimos a comer y a cenar en un restaurante que había en el centro comercial. No quise saber cómo sería la comida en el hotel. Después de ver el desayuno tan pobre que nos sirvieron no me quedó ganas de más comida.