A mi marido le encantan las ruinas romanas. Siempre dice que, si hubera podido elegir una época histórica para vivir, hubiera elegido el Imperio Romano. Yo hubiera preferido el Paleolítico porque no había que trabajar. Pues bien, hace poco tiempo me llevó a ver la Factoría de Salazón de Pescado El Majuelo, Almuñécar, que se supone que fue construida por los romanos.
Está junto al Castillo. Buscas el Castillo de San Miguel y encuentras la Factoría famosa. No hay tanta ruina como descubrieron porque parte de estas ruinas fueron tapadas con tierra e hicieron por allí un museo botánico.
Mirando las ruinas que se ven hay que reconocer que los romanos entre el siglo VI antes de Cristo y el siglo VI después de Cristo se lo montaban muy bien. Tenían una compuerta que les comunicaba la factoría con el mar, casitas para tareas administrativas, un almacén. Lo que más me gustó fue pensar que la diosa Minerva tuvo por allí un templo. Mi marido tiraba de mí para seguir el recorrido y servidora no se podía apartar de las ruinas del templo. Las religiones antiguas siempre me parecieron muy interesantes.
Nos lo pasamos bien visitando estas ruinas. Había más ruinas de las que yo esperaba encontrar. Lo de las ruinas es echarle imaginación al asunto. Si te quedas en las piedras que ves, te parecen aburridas, pero, si empiezas a imaginar aquellas casas, aquella fábrica y aquel templo donde adoraban a la diosa Minerva la cosa se pone interesante.
Lo que no me hizo mucha gracia fue imaginar el pescado amontonado en piletas donde se le salaban hasta las espinas. Nunca me gustó el pescado salado.