El Hotel Barceló Old Town en Praga tiene muy buena ubicación para un turista. Te queda cerca de la Casa Municipal y de los demás sitios de interés de la capital de la República Checa.
Este hotel me sorprendió por su mezcla de antigüedad y modernidad en la decoración de sus estancias. Por ejemplo, en nuestra habitación había un cuarto de baño moderno, pero la habitación conservaba unas vigas de madera que no me gustaban nada. Odio las vigas de madera. No entiendo porque algunos arquitectos se empeñan en conservar esos techos que son de otros tiempos.
La habitación era grande, con suelos de parquet bien conservado, paredes pintadas de blanco, cuadros pequeños, ventanas grandes con sencillas cortinas blancas, un pequeño televisor de plasma, un pequeño escritorio y un armario que se me quedó diminuto. Mi chico tuvo que dejar su maleta sin deshacer. En el armario sólo cabía una maleta de las mías.
El hotel es tranquilo. Cuando estuvimos nosotros estaba poco lleno. Debía ser por el frío que hacía. Sólo a dos chalados como mi chico y servidora se atreven a ir de turismo a Praga en pleno invierno.
Había habitaciones peores. Unos amigos míos tenían una en la que apenas podías andar de pie sin tropezar con la cabeza en las vigas de madera. La nuestra tenía los techos más altos.
El desayuno fue un buffet bastante surtido, pero el zumo de naranja era más amargo que una naranja perdida. No me gustó nada. A mi chico tampoco le gustó el bacon. Decía que estaba rancio. Tuvo que contentarse con un café y mucha bollería industrial.
Os recomiendo este hotel. El Hotel Barceló Old Town en Praga tiene wi fi gratis, parking gratis y unos empleados muy amables. En recepción había un chico que se esforzaba por chapurrear el español. Todo un detalle. Son muy profesionales y lo tienen limpio como los chorros del oro. Esto es lo que más valoro en un hotel: la limpieza.