Yo vivo en el norte y estamos acostumbrados a paisajes de montañas verdes y mar, pero no a este tipo de pueblecitos blancos que parecen surgir en mitad de la montaña.
Frigiliana merece una visita en exclusiva, reservad medio día pues no os llevará mas, pero esta en mitad de la nada, así que si o si hay que desviarse por una sinuosa carretera que se mete en la montaña.
Nosotros hicimos noche allí, y no había nada, pero como estábamos cansados y restaurante en el hotel, tampoco nos importó mucho la falta de ocio. Supongo que tampoco la época no era la más indicada para que hubiera demasiada gente y eso justificaba que los bares estuvieran abiertos. Estuvimos en abril, seguro que en verano es diferente, al menos parece un pueblo muy preparado para el turismo. De hecho, hay un pequeño trenecito turístico que recorre todo el pueblo con una grabación en la que te cuentan todo lo que vas viendo y curiosidades de la zona.
Frigiliana bien merece un desvío en el camino, tanto por su entorno como por su ubicación. Las calles están súper limpias, la vida allí parece muy tranquila y muy sana, rodeados de grandes extensiones de arboleda. Un lugar precioso y perfecto para desconectar.