El Parador de Zamora es un palacio con cierto encanto. Lo han modernizado lo suficiente como para que te sientas cómoda, pero no han renunciado a conservar sus características de otros tiempos. Así vemos techos de madera en estancias comunes y habitaciones, suelos de madera, muebles con un toque de anticuario que se mezclan con buenos televisores de plasma en habitaciones grandes y bien iluminadas por la luz exterior.
La habitación que nos dieron a nosotros era enorme. Estuvimos comodísimos. Para mí el espacio es muy importante. Siempre digo que el éxito de matrimonio está en que vivimos en un dúplex grande.
Este palacio rencentista del siglo XV es muy recomendable. Me gustó. Tiene una piscina exterior grande, no está muy concurrido por los turistas y es tranquilo a más no poder. A mi chico le gustó todavía más que a mí. Le encanta la arquitectura medieval, las armaduras, los tapices, las camas con dosel y todo el mobiliario antiguo. Nuestra cama no era de dosel. Menos mal. Yo prefiero camas más normales.
Nos quedamos a comer y cenar en el restaurante del parador. Se come bien. Las presas de ternera estaban deliciosas y lo mismo puedo decir del rebojo zamorano. Apuestan mucho por los platos locales.
El Parador de Zamora es muy recomendable para pasar unos días alejada del mundanal ruido. Está todo muy limpio y muy cuidado y el personal es bastante amable. Tiene estancias que me gustaron más que otras. La que menos me gustó fue el patio interior. De día podía pasar, pero de noche metía miedo. Mirabas hacia arriba y, con la iluminación que tenía, parecía la casa de Drácula. Yo hubiera puesto alguna vidilla en el patio con árboles pequeños y flores. Al estar tan desnudo carecía de encanto. Tampoco eran muy de mi gusto algunos pasillos en los que encontrabas escudos en relieve en las paredes. Me recordaban las guerras del pasado.