Roma es mucho más que la Ciudad del Vaticano, aunque no se puede negar su carácter religioso. Es la ciudad del mundo con más iglesias. San Juan de Letrán, la Basílica de San Pedro, San Pablo, San Lorenzo, Santa Cecilia... fueron muchos de los templos cristianos que vimos. No entramos en todos, por supuesto. Yo no hubiera aguantado unas vacaciones visitando iglesias a todas horas. Soy atea.
Como mejor se conoce Roma es paseando por sus calles. Callejeando llegamos al Palacio de Venecia, un edificio muy bonito rodeado por estrechas calles en las que casi nos perdimos. Mi chico decía que no sabía regresar al hotel. Le dije que le preguntara a Siri, la que le salva la vida cuando va en el coche sin mí a su lado. No fue necesario preguntarle a nadie. Yo me oriento muy bien en cualquier ciudad.
Seguimos paseando y descubrimos el Panteón. Es igual que en las fotografías de los libros de Arte. La Piazza Navona también nos gustó mucho. Pero, donde mejor lo pasamos, fue en la Piazza de la Maddalena. Entramos en un bar y nos pusimos hasta las cejas de calamares y boquerones fritos. Yo repetí ración de calamares. Andar da mucha hambre.
Una tarde entera nos llevó recorrer y disfrutar del Barrio del Trastevere. Es la Roma más autóctona. Sus calles tienen un carácter muy bohemio. Hay bares, restaurantes, tiendas, galerías de arte. Compramos unos cuadros de artistas modernos a muy buen precio.
Todavía nos quedó tiempo para dejar la cartera temblando tras mis compras en el Mercadillo que hay junto a la estación del tren Termini y de la isla Tiberina. Yo nunca me puedo privar del turismo de compras.
Os recomiendo visitar Roma. Yo quiero volver sin entrar en una sola iglesia y sin ir al Vaticano. Roma es más que una ciudad de iglesias. La mejor Roma es la que se sacude las sotanas de los curas y mira hacia la modernidad. Por ejemplo, la del Barrio de Trastevere.