Si quieres saber lo que es el mal de altura tienes que ir a Ecuador, en concreto a Quito, su capital. Mi cabeza daba vueltas nada más aterrizar. Estuvimos dos días en Quito. Mi chico se empeñó en ir a ver todos los edificios coloniales que había por los alrededores del hotel. Yo hubiera preferido quedar en cama. No podía conmigo. Encima las calles de Quito tienen muchas cuestas. Debes llevar un calzado adecuado, nada de zapatos de tacón.
Quito es una ciudad con mucho ambiente, tanto de día como de noche. Hay buenos restaurantes y las terrazas nocturnas están muy bien para tomar una copa sin mucho peligro. Nosotros anduvimos por una zona segura, pero, aún así, tienes que andar con cuidado.
Lo que más ilusión me hizo de mi viaje a Ecuador fue el diploma que nos dieron cuando cruzamos la línea divisoria del Ecuador del mundo. Me sentí como una colonizadora del Universo. Lo tengo enmarcado en el salón de mi casa. Para mi chico no es importante. Él lo que quería era ver in situ el Cotopaxi y la cadena de volcanes de los Andes. Se ven desde el mercado de Otavalo. Allí me quedé yo regateando y comprando medio mercado. Compré regalos para toda la familia. Aquello sí que es comercio justo. Sabes que le estás comprando a gente que lo necesita.
Nuestro viaje por Ecuador nos llevó también a Cuenca, una ciudad patrimonio de la Humanidad. Esto no tiene mucho mérito porque hay muchas ciudades con esta distinción. En Guayaquil cogimos un vuelo hasta la isla de Baltra y desde esta isla nos fuimos en barco hasta las famosas Galápagos, una reserva natural deshabitada en todas sus islas excepto una de ellas. Sólo ves pájaros, iguanas, tortugas más feas que una suegra mala, leones marinos... Mi chico quería nadar con esos bichos. No se lo permití. Es el padre de mis hijas. Sería horrible que muriera atacado por un bicho marino. Las playas de las Galápagos son preciosas. Tienen unas aguas cálidas y tranquilas que ya quisiéramos en algunas playas españolas.
Como os decía, el mal de altura donde más se nota es en Quito. Cuando dejamos Quito atrás, mi cabeza volvió a funcionar correctamente. Vale la pena ir a Ecuador. Os recomiendo el viaje, sobre todo si es un viaje organizado como el que hicimos nosotros. Nuestro viaje nos llevó también a la isla de Darwin, una isla con muchas tortugas gigantes. En el tren de Urabamba cruzamos la cordillera. Había gente que se sentaba encima de los vagones para mirar el paisaje. No hace falta ser tan audaz. Desde tu asiento dentro del vagón también contemplas muy bien el paisaje salvaje por donde va el tren.