El otro día me animé a probar la margarina con sal, la que venden en tarrinas amarillas los amigos de la marca Tulipán. No conozco margarinas saladas de otras marcas. Pues bien, no estaba tan mal. Aún así, no creo que la vuela a comprar porque hay que comer sano y la margarina se puede tomar muy bien sin sal añadida.
Compré la tarrina de 250 gramos. Me costó 95 céntimos, igual que la tarrina del mismo peso de margarina Tulipán sin sal, la tarrina roja. Tiene un precio muy razonable.
Mi madre la compra siempre. Dice que le gusta mucho más con sal para untar las tostadas del desayuno. Le da un toque distinto al pan tostado. Eso es cierto, pero una se queda con el sentimiento de que está añadiendo una sal que no hace falta a la primera comida del día.
Me gusta la tarrina. Tiene un color alegre. Y me gusta también que no coincida en color con la margarina clásica. La que no lleva sal tiene la tarrina roja. Aún así, en mi casa se ha confundido. Mi chico se la puso el otro día a un postre con el que me quería sorprender. ¡Vaya si me sorprendió! El toque de sal no vale para los dulces, a no ser que te gusten los dulces salados como a mi cuñada.
Os la recomiendo. Aunque sólo sea para probar, vale la pena comprarla. La encuentras a vender en los muebles de mantequillas y margarinas de todos los supermercados. Lleva en su composición calcio y vitaminas A, D y E. Yo creo que todas las margarinas tienen estas importantes vitaminas. Los de Tulipán anuncian muchas vitaminas para vender más tarrinas. De hecho, yo estoy comprando una margarina de marca blanca que es igual de buena que la margarina Tulipán, incluso tiene el mismo sabor.
Lo que más me hace gracia de estas margarinas Tulipán es que te recomiendan reciclar las tarrinas. Yo no reciclo nada. Sólo junto tarrinas cuando las niñas vienen del colegio pidiendo cosas para reciclar. Los de Tulipán te sugieren reciclar las tarrinas como medidores.