Estar en un convento es una experiencia. Yo estuve alojada con mi chico en el Convento de Santo Antonio buscando tranquilidad entre unas paredes que en su día fueron habitadas por monjas. El convento está restaurando, pero todavía conserva muebles que te hacen pensar en monjas que no hacían otra cosa que no fuera rezar por la Humanidad.
Nuestra habitación estaba decorada en tonos blancos y verdes. la cama tenía una colcha verde a juego con una tela que le habían puesto a modo de cabecero que me hizo sentir más joven. Había una silla antigua, a juego con la cama, un espejo, un armario que olía a ropa de monja, según mi chico, una mesa a modo de escritorio, un televisor discreto, un mueble bar, es decir, el minibar de todos los hoteles. No estuvimos mal. Estuvimos muy bien. Estábamos solos y sin crías que nos volvieran locos.
Yo tuve para mí sola una piscina que había en el jardín. La gente que se hospedaba en el convento no quería nadar. Falta hacía que no quisieran porque la piscina era redondita y nada grande. Mi chico decía que era como la piscina de un chalé privado.
Os recomiendo este Convento de Santo Antonio para pasar unos días tranquilos. Yo aproveché para leer un montón de libros. Soy una devoralibros. Mi chico aprovechó para ponerse al día con su trabajo online.
Incluso os lo recomiendo para ir con niños. Tienen guardería. Me llamó la atención. Hay muchos hoteles que no disponen de guardería. Por eso no descartamos volver con las niñas. Me dijeron que aceptan en la guardería niñas algo grandecitas. Nos vendrá muy bien para poder salir a cenar solos o cenar solos en el restaurante del convento, un restaurante donde se come muy bien. También sólo puedo decir maravillas del desayuno. Te ponen un pan recién hecho que te hace olvidarte casi de la bollería.