Laos me apreció un país muy budista. Te sientes como en el lejano pasado de Asia. Allí no ha llegado la modernidad. El río es la gran autopista de Laos. A ambos lados del río te encuentras con un montón de poblados de agricultores.
Yo pensaba que habría más turismo en Laos. No hay tantos turistas. Vas por los poblados de paisanos de Laos y la gente te queda mirando como si fueras un bicho raro de Europa. No están acostumbrados a ver extranjeros. Imaginaros lo apartados del mundo que están por allí que en un pueblo nos recibió el alcalde como si fuéramos los Reyes de España. me sentí ridícula. El pueblo se llamaba Tha Suang. Mi chico disfrutó la recepción con todos los honores, pero yo casi me puse de los nervios. No me gusta ser el centro de atención en ningún sitio. Me sentí como una mona de feria. Sé que ellos no lo hacían por mal, pero como que tienen que cambiar sus costumbres. Los turistas del montón somos simplemente turistas, no somos políticos ni gente de la realeza.
Estuvimos también en Luang Prabang, una localidad que mezcla el estilo budista con el colonialismo francés. Luang Prabang es la capital espiritual de Laos. Tiene más de 50 templos. Pueden rezar todo o que quieran que sitios no le faltan para ponerse en contacto con el Altísimo.
Lo que más me impresionó de lo que vimos en Laos fueron las cuevas Pak On, un santuario subteráneo con más de mil estatuas de Buda. Me recordaron las catacumbas de los cristianos. No sé si las hicieron para esconderse o para rezar más en la intimidad con el Señor. En estas cuevas fue donde vimos algunos turistas.
Mi chico fue hasta la Catarata Tad Konang. Yo no estaba para ver saltos de agua. Preferí quedarme en el hotel viendo una película. No me gustan las aguas bravas desatadas.
Pese a ser un país algo rarito, os lo recomiendo. Laos bien merece una visita. Aunque sólo sea para ver sus templos budistas. Son muy intimistas. Entras y te pones filosófica.