Me gustanlas patatas francesas aunque esté mal decirlo en un país con una gran producción de patatas. Las patatas francesas que estoy comprando son las Las patatas del abuelo, unas patatas limpias que te venden en bolsas de tres kilos.
No son baratas. Me cuesta la bolsa 3,99 euros. Es decir, me viene saliendo el kilo de patatas francesas a 1,33 euros. Hay patatas españolas a un euro o menos, pero cada una tiene sus gustos. No quiero decir que no compré patatas de esta España nuestra, por supuesto. Las patatas del abuelo las estoy dejando para ocasiones especiales. Para el día a día hay que ir a las patatas más baratas.
Estas patatas del abuelo son suaves y ligeras. Noto que sientan mejor a mi estómago. Es un apena que salgan un poco más caras. Compraría más si no tuvieran un precio tan elevado. Encima nunca las encuentro de oferta.
El envase me gusta. Es una bolsa de rejilla que termina con dos asas que se dejan agarrar bien. Es de colores amarillo y negro la bolsa de las patatas de freír y de colores azul y negro la bolsa de las patatas de hervir.
Las patatas del abuelo se venden en dos variedades: para hervir y para freír. Os aseguro que no encuentro la diferencia. Tal vez en el tamaño, pero ni eso. Mi santo dice que soy una pésima cocinera que no conoce los productos. Tendrá razón. Su madre cocina mejor que yo. Por eso la dejo ejercer de cocinera gratis en casa. Sabe tanto mi suegra que el otro día me dio una clase de patatas. Según ella la patata de freír francesa es la Caesar y la de hervir es la Agata. Yo compro las patatas del abuelo. No me importa como se llamen las variedades que meten en cada bolsa.
Os las recomiendo. Son patatas tiernas, fáciles de cocer, que fríen rápido. Estas patatas vienen muy limpias. No les ves negrones ni tienen otro desperdicio que no sea la piel. También las puedes cocer con piel, por supuesto. Es lo que hace mi madre cuando anda con prisa. A mi suegra, en cambio, no le gustan las patatas con moda, como las llaman en Galicia.